El síndrome de Stendhal

agosto 15, 2009



La guerra en los cinco primeros capítulos de La Cartuja se cuenta a través de un fanático: el héroe romántico que acude a un impulso del sentimiento: un deber moral, irracional, en cuanto que Fabricio del Dongo (que no tiene nada que ir a hacer en Francia) acude para ser leal a Napoleón Bonaparte, emperador del mundo. Acude, simplemente, porque lo admira y porque vio volar un águila numinosa (simbolo imperial) en un sueño. Del Dongo tiene apenas 17 años, es italiano y resulta de una unión extramatrimonial de una marquesa con un militar (aunque le achaquen la paternidad al marqués del Dongo). Un impulso fanático lo lleva entonces a Francia, con los recursos de su madre, y una vez en territorio francés buscará a toda costa ser reclutado por el ejército imperial. Del Dongo no habla francés, pero maneja bien el alfabeto internacional del dinero, sin embargo con su inferior lengua italiana va llegando siempre tarde a todas partes, a puntos muertos donde el ejército ya se ha marchado. Cuando al fin logra dar con el grueso de la tropa, le acusan de ser espía y lo ponen de patitas en la cárcel. Sólo hasta ese momento cobra interés la novela. Pero lo pierde muy pronto. Más o menos en la siguiente página. La mujer del carcelero le coquetea, se le acuesta, le quita el dinero a cambio de los documentos y del uniforme de un húsar muerto. Luego le da instrucciones precisas para que no se deje descubrir. Le hace jurar que no la delatará. Le da un caballo y lo deja libre en plena batalla de Waterloo.
Aquí llegamos, sobre la página cincuenta, a lo que nos interesaba de la novela: la batalla de Waterloo descrita por Sthendal. Un pasaje que ha hecho correr ríos de tinta por una sola razón: la elude; la cuenta a través de un italiano medio estúpido al que sólo le llama la atención la suciedad de los pies de los cadáveres; que no sabe nada de milicia y que se va de ella sin haberla visto.
Si el lector compró esta novela porque en la solapa dice lo estupendo que es Stendhal, la maravilla de pluma para narrar minucias o para saber de primera mano (la de un maestro) cómo ocurrió Waterloo, pues lo estafaron, como a mí.
A Stendhal le importa tres cojones Waterloo.
Elige a un héroe italiano, para echar pestes de Francia. Cada vez que encuentra oportunidad para ensalzar al pueblo italiano no desaprovecha para insultar a Francia: “demostró una bondad total como sólo se encuentra en los países donde la vanidad no domina todos los sentimientos”. Y cien por el estilo: "los países de voluptuosidad meridional", "los países que sí conocen la lealtad" et caétera et caétera.
A mí Stendhal me parece un grandísimo escritor (capaz de decir trivialidades que parecen grandes hallazgos, y enormidades que parecen tonterías) pero su Waterloo sirve para todo (para hacer tesis universitarias, enfermedades sicosomáticas, aprender el magnífico arte de eludir), menos para apreciar las dimensiones de Waterloo. “La suciedad de los pies del cadáver”, es una enormidad escondida en una imagen aparentemente trivial porque con ella se ahorra veinte páginas inútiles para describir el carácter de Fabricio: el de un marquesito jugando a la guerra, un bastardito disfrazado de un húsar que es incapaz de darse cuenta de lo que pasa en el mundo aunque lo tenga frente a su nariz. Stendhal no dejará de caracterizarlo con estos rasgos casi ridículos: cuando descubre que el barro salta es por culpa de los obuses, cuando cabalga hasta la primera línea sólo para ver a Napoleón y le pasa por delante sin reconocerlo. Stendhal logra su cometido: ironizar la utopía de este personaje (el utopista romántico por excelencia) pero de paso logra algo peor; trivializar la batalla.
Hay infinitas formas de abordar un pasaje histórico tan documentado que le pone corsé a la invención literaria: una de esas es soslayar lo que ha registrado la historia para darle un espaldarazo a la comprobación y para poner en tela de juicio su veracidad y hacerla caer en el ridículo de sus comprobaciones. Stendhal decide abordar Waterloo desde la subjetividad (¿subjetividad? como vuelva a usar esa asquerosa muletilla del sicoanálisis me sucicidaré). Stendhal evita Waterloo persiguiendo a Fabrizio, pero a todo sitio que le sigue la batalla ya ha terminado. Es una derrota. Lo sabemos. Fabrizio no lo sabe. No sabe en qué consiste una verdadera batalla ni en qué consite una verdadera derrota. Yo te lo voy a decir ahora, después de doscientos años, mi querido Stendhal: una verdadera derrota consiste en que unos ganan y otros pierden y tu estás entre los segundos.
Fabrizio se va sin saberlo. El lector también.
La 600 páginas finales, sobran. Las primera 100, también.
Por segunda vez no logro terminar La cartuja de Parma.

Post scriptum post:

"El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte. Tiene esta denominación por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio: "Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mía, andaba con miedo a caerme". Aunque ha habido muchos casos de gente que sufría vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini1 observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.
El síndrome de Stendhal, más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico."
Fuente: Wikipedia

Imagen:
http://haha.nu/funny/strange-statues-around-the-world/

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