Blaise Cendrars, clase de cirugía por correspondencia

julio 10, 2010

Cendrars llegó a decir que único oficio para el que no tenía estómago era el de ser obrero de fábrica. La metáfora no es un exabrupto. Está en pluma de un hombre del que se diría que tuvo “estómago” para actividades vomitivas de todo tipo. La escena más escalofriante que le he hallado (y las escalofriantes son su especialidad), es la cirugía de seno que le hizo a su mujer. Estamos en Frize. Un punto fronterizo entre Holanda y Alemania. La guerra (primera mundial, de trincheras) lleva un año. En la Legión Extrajera hay un soldado con tal poder de liderazgo que es ascendido a cabo. Pero el cabo Blaise Cendrars no acepta tal jerarquía, si para obtenerla debe abandonar el frente para irse a un curso de oficial en retaguardia. En realidad, lo quieren sacar porque un capitán le tiene la mala, lo acusa de contrabando y desobediencia. En una acción, Cendrars lo amenazó con darle un tiro y hacerlo pasar por dado de baja en combate. Un día en que el capitán pasará a dar informe en retaguardia, Cendrars hace que sus hombres abran fuego contra el capitán, pero que no lleguen a darle. Durante un mes encarcelarán a Cendrars en una casa al borde de un camino, a espera de un consejo de guerra. A tan extraña cárcel la llamará “la casa del erudito”. Estaba tapiada de libros. Raros, antiguos. En uno de sus estantes, encontrará un libro raro entre raros: las Ouvres de anatomía del médico Ambrose Paré, cirujano de Catalina de Médici. Una vieja fascinación por la medicina estuvo a punto de convertirlo en estudiante antes de la guerra. El soldado rebelde, se entusiasma con los grabados de Ambrose Paré que ilustran sus libros. En el tomo II, con grabados anatómicos y capítulos sobre cirujía de los senos, incisiones y ablaciones, encuentra una lámina que estudia milimétricamente y grabará en su memoria prodigiosa. Veinte años después, finalizada la segunda guerra, el veterano Cendrars llevará a su amante, una actriz, a la Costa Azul, para buscarle un personaje secundario en el plató de una película. No da el nombre de la amante, pero da las coordenadas: actuó en Las mil y una noches, de Louis Nalpas, rodada en Estudios La Valentina, y fimada en Niza, a finales de 1945. Durante el rodaje la actriz se dará un golpe en el pecho. Con tan mala suerte que empezó a crecerle un tumor. La actriz teme ir al médico, porque una mano torpe puede estropearle el seno y dañar para siempre su figura en el cine. El tumor sigue creciendo. Todos los días se revisa ante el espejo y llora y lamenta su desgracia. Un día Cendras no soportará más la escena del espejo y le dice: “Escucha, vida mía, voy a hacerte mucho, mucho daño, pero ten confianza en mí. Te operaré. Y seguidamente, sin darle tiempo a que protestara, desinfecté mi navaja de afeitar con la llama de varias cerillas y allí mismo, en nuestra habitación del hotel, le abría el pecho frente a la ventana abierta de par en par sobre el mar azul, las palmeras, las mimosas, con una navaja de afeitar “Guillette”, y por vez primera en la vida yo manejaba una navaja con la mano izquierda. Han pasado treinta años y en ese pecho, ese pecho adorado, aunque se mire con lupa, no se ve la menor cicatriz, el menor nódulo, y la punta y el pezón y la curva del seno son perfectos. Es cierto que el amor hace milagros, pero practiqué la operación “flor de lis lanceolada” que Ambroise Paré recomienda de preferencia a “la crucial de Lorena” y describe detenidamente en la obra que yo leí en mi escondrijo de Frise y cuya incisión con el bisturí y audaz recorrido aparece un seno ilustrado, en la lámina XVII, titulada: “de la incisión real”.
He buscado esa lámina en la sección virtual de la Biblioteca Nacional de Francia y en la Virginia University. No la encontré. Sólo espero que la imagen que acompaña el post sea lo suficientemente ilustrativa…
¿Qué estómago tenía este hombre, por dios?

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