Literatura y budismo

abril 05, 2012

Alexandra david neel
Les Marottes, Claude Verlinde
Necesitamos toda la vida que tenemos para escribir el libro.
El cuadro.
El film.
Para resolver una obra.
Sentir que está lograda.
Si tienes 30, 40, 50, necesitabas entonces todos los días de esos años.

Pulir una novela es una forma de verificar el tiempo humano. Despiertas y han pasado años. El pelo se lo lleva el viento. Los poros se dilatan. La piel deja de estar tirante.

La velocidad es no ver lo que pasa al otro lado de la ventana.

Por eso es desagradable viajar en avión, y maravilloso en tren.

Sólo he montado en tren una vez en la vida, cuando estuvo gratis el de la Sabana de Bogotá: para mí fue como llegar a Bogotá en un brontosaurio.
(Ella estaba feliz y decía adiós a todos los transeúntes como si acabáramos de llegar de unas vacaciones en el planeta Marte).
Ahora ella está abajo.
Prepara el almuerzo: pasta y queso. Me llama. Tomo esa comida como una especie de celebración secreta: hoy he terminado de revisar mi manuscrito.

¿Qué sientes? ¿O qué deberías sentir?
Vacío.
De percepciones.
De representaciones.
De proyecciones.
¿Ahora a dónde ir?
A empezar de nuevo.
Muerto el héroe, muere su artificiero.
Al perder su juventud, perdí yo la mía. 

¿De modo que la felicidad del almuerzo era eso? Una forma extraña de celebrar la exigencia.
Lo notable: que al terminar el manuscrito perdí el nudo de la garganta que me perturbó los últimos meses; un nudo similar al deseo acumulado de llorar cuando las lágrimas no salen. 

El escritor asume la creación de la vida ajena mientras pierde y dilapida la propia vida. 
Sin embargo, lo que le ocurre al personaje en la historia es una proyección interna de la vida que no se ha vivido. El escritor sabe que el personaje debe morir cuando ha entendido su camino, porque entiende el propio. 

La composición de la obra, la armonía de sus partes, el ritmo que se entiende como la suma de acentuaciones de las palabras, la disposición de cada fragmento con que se construye otra vez el mundo para tejer la intensidad dramática, la yuxtaposición de miradas y voces, la unidad del fraseo estilístico, es el trabajo concreto de la creación. Tener un manuscrito, aunque sea en borrador, eleva la escritura al plano de la orfebrería, al rol del menestral; remite al obrero, más que al dandy; es la prueba mayor, porque es en borrador cuando se decide qué vale de la creación y se alcanza la crítica radical,  la que se aplica a sí mismo. ¿Cuál es la cocnlusión? No hay. Hay hipótesis: que la belleza no está afuera de nosotros mismos. Por eso Gómez Dávila suponía con exactitud que todo hecho es inferior a su relato.

¿Y el tema? 
La guerra, por supuesto. 
¿Otra?
¿No te da pudor, si nunca fuiste a una guerra?
No me importa la guerra, sino lo que mueve a ir a ella. Un hombre muerto no es un escritor. Ser un escritor que imagina la guerra, no un soldado que conjura fantasmas escribiendo de ella. Como Crane. Como Homero. 

La Ilíada sigue siendo el mejor relato de la guerra, porque sus personajes, aun los secundarios, no mueren anónimos. En dos frases se resume el linaje, la descendencia que deja, la forma de morir y la causa por la que ha acudido el héroe al campo de Agramante.

En el fondo lo que buscaba era un personaje sin pasado, para construir su trasegar por un paisaje de guerra sobre el vacío y la búsqueda. El héroe ha acudido a la guerra para encontrar sentido a su vida. Y se sacrifica por las causas de su época, sólo para descubrir que la vida y las causas no tenían sentido. Lo que le pasa, lo que siente y lo que piensa son planos y distancias del sujeto dentro de la misma narración.
¿La literatura como batalla?
Tal vez.

¿Y el lenguaje?
El fraseo, la forma de hablar de los personajes, el léxico de palabras que reconstruyen una época, ahí es donde reposa la verosimilitud. Crear un mundo es tener un léxico que hable de ese mundo. Encontré 600 palabras que no conocía. Palabras que olvidaré seguramente, porque no señalan nada de este mundo en que vivo. Ha muerto la crinolina. Ha muerto la berlina. Ha muerto la cuelga. Ha muerto el enantes. Ha muerto el guando. Las novelas de ciencia ficción crean un mundo con neologismos. Las novelas sobre el pasado requieren un léxico que sirva para reconstruir ese pasado; como una arqueología en la que un fragmento basta para reconstruir un mundo deshauciado.
Pero la sintaxis debe ser la del presente, o el relato será anacrónico.

Este epígrafe, tentativo:
Todos los hombres son héroes, porque deben pasar por la muerte
[Bioy Casares, de viva voz]

O acaso éste:

inútil que te llore ahora
si más tarde el agua
se convertirá en pescado
el pescado en plomo
el plomo en soldado
el soldado en bala
la bala en cadáver
[Temas y variaciones, Metamorfosis, Jorge Eduardo Eielson, Album del universo bacterial]

¿Intentar una nueva forma de la ficción? No, sólo un intento de hacer una obra de arte, con el dolor, con una historia envejecida.

El uso de la segunda persona se implementa para dirigirse al lector.
Al decir tú, el narrador se dirige a todos los lectores, pero sobre todo, como subterfugio, al personaje. Tomar la forma desusada para referirse al héroe, como si el narrador hablara para el lector, o para sí mismo, en una auto-inspección.
Quería un ser desdoblado, una fuerza irrefrenable, el donde el fatum hace de guía y de brújula interna.
¿Hay algo nuevo por crear?
Nunca hubo nada nuevo; solo interpretaciones.
Mientras alguien esté vivo la vida seguirá engañándonos con buscarle un sentido.
Estamos solos.
¿Qué es la soledad?
Estricta, simplemente, la ausencia de otras personas, o el ensimismamiento de la persona cuando está rodeada.
Esta es la historia de un hombre que estaba solo. En una guerra que no tenía sentido. En un mundo misterioso, amenazante, desconocido, anchuroso, agreste.
Todos estamos solos.
Como personajes de novela.
La vida como espejismo.
¿Y el morir?
¿Tiene sentido llorar a un muerto?
Dios también es adicto al asesinato.
La idea equivocada del mundo es que exista un yo condicionado a subsistir.
Ninguna idea de muerte está asociada a la liberación. Se libera uno en la vida presente y sin abandonarla.
Toda vida ilusoria es una proyección.
¿Y qué tal la literatura como práctica budista?
Despertar es saber que la muerte tampoco existe.

Veamos:


Las enseñanzas secretas de los budista tibetanos, Alexandra David Neel, [Liberación]
Alexandra David Neel
“Las enseñanzas secretas llevan al alumno más lejos. Le enseñan a mirar con la misma serena indiferencia el incesante trabajo de su espíritu y la actividad física que su cuerpo despliega. Debe llegar a comprender, a comprobar que en todo ello nada es de él, no proviene únicamente de él, no es él. El, física y mentalmente, es la multitud de los otros.
[…]
En el plano mental, esta "multitud de los otros" incluye múltiples presencias contemporáneas del individuo: las gentes que frecuenta, con las cuales tiene relaciones, a quienes ve actuar. Así se opera una continua inhibición mientras el individuo absorbe una parte de las diversas energías emitidas por aquellos con quienes está en relación y esas energías dispares se instalan en lo que considera su Yo y forman allí una ruidosa muchedumbre.
Igualmente comprende esta, un considerable número de presencias que pertenecen a lo que llamamos el Pasado.
En un occidental, Platón, Zenón, Jesús, San Pablo, Calvino, Diderot, Jean-Jacques Rousseau, Cristóbal Colón, Marco Polo, Napoleón y muchos otros pueden constituir una multitud heterogénea, turbulenta y querelladora en la que cada miembro, ávido de preeminencia, tiende a imponer la repetición de sus propios gestos físicos y mentales y, para conseguirlo, tira en sentido opuesto de los hilos que ponen en movimiento al desdichado Yo, demasiado ciego para distinguir esos fantasmas e impotente para relegarlos al lugar que les corresponde.
He citado nombres al azar por ser los de aquellas personalidades con las cuales un occidental pudo estar en relación en el curso de sus lecturas y durante su educación. Sólo los cito a título de ejemplos. Los huéspedes que XX alberga en su hospedería íntima, no son en absoluto los que moran en ZZ...
Las influencias que actúan sobre un indio o un chino emanan evidentemente de personajes de sus respectivas razas, o que estuvieron mezclados con la historia de su país.
Cuando el estudiante toma conciencia de esta multitud en él, debe evitar imaginarse, como algunos lo hacen, que representa recuerdos de sus vidas anteriores. No faltan las gentes que afirman y están persuadidas que tal o cual personaje que ha vivido otrora se ha reencarnado en ellas […]
(12 Tal creencia no es absolutamente particular a los asiáticos. Se la encuentra en algunos occidentales. Sobre este particular es preciso advertir un hecho divertido: el "reencarnado" se jacta generalmente de haber sido en sus vidas anteriores un personaje destacado, o sucesivamente varios de éstos. Nadie parece recordar haber sido un oscuro remendón o una humilde criada de granja. Al menos, no se oye proclamarlo).
Las historias que pintan reencarnaciones son innumerables en Asia y alimentan la sed pueril de maravilloso de las masas populares. Según las enseñanzas secretas, la "multitud de los otros" está hecha de una cosa que no tiene nada que ver con los "recuerdos". Está constituída por seres vivientes cuya actividad sigue su curso y la continuará indefinidamente asumiendo diversas formas porque no hay muerte.
No es el "recuerdo" de Platón, de Jesús o de Cristóbal Colón lo que mora en el Yo llamado Sr. Pedro. Es el mismo Platón, Jesus o Cristóbal Colón quienes están siempre vivos y actuantes por las energías que han desencadenado antaño. Y los hombres que llevaron esos nombres no eran ellos mismos sino las manifestaciones de energías múltiples. En Platón que enseñaba en Grecia, en Jesús que recorría Galilea, en Colón que se aventuraba por el océano, como también en el Sr. Pedro, moraban una multitud de presencias vivientes cuyas ascendencias se pierden en las insondables honduras de la eternidad.
¿Equivale a decir que las diversas personalidades reunidas que forman un Yo permanecen inertes o, en otros términos, decir que este Yo no es de ningún modo actuante? Lejos de ello, se responde en las enseñanzas orales secretas. El individuo Pedro o Pablo es un centro de energías que, cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras, cada uno de sus pensamientos, arrojan al mundo y allá producen efectos. No son sólo personajes destacados: Platón, Jesús, Cristóbal Colón, etc., los que se encuentran en las asambleas que constituyen los individuos, nuestros contemporáneos; son también oscuros remendones, humildes criadas de granja que nadie parece inclinado a reivindicar como habiendo sido ‘si mismo’ en vidas anteriores.
Todos, grandes y pequeños, fuertes y débiles, trabajan incesantemente —y por lo general inconscientemente— en la formación de nuevos grupos cuyos miembros al carecer de clarividencia no disciernen su heterogeneidad y, sin percibir la discordancia de sus voces, o sin detenerse, claman en coro: "Yo ", ¡soy YO!
Tales son en sus líneas principales las teorías relativas a la multiplicidad y la sucesión de las vidas de formas individuales, que son expuestas en las enseñanzas secretas.
Conviene agregar que las fuerzas reunidas bajo el aspecto de Pedro o bajo el de Pablo no tienen igual poder. Las hay que asumen una posición rectora y relegan a sus companeras al fondo, hasta las suprimen […]
(13 Véase sobre este particular mi libro "Le Bouddhisme, ses doctrines et ses méthodes". Apéndices: "Parabole tibétaine concernant la Personne".)
Es a esas fuerzas predominantes a las que apelan los Maestros tibetanos de las enseñanzas reservadas para explicar de una manera no vulgar y estrictamente conforme a la doctrina de la no existencia del "yo" homogéneo y permanente, el fenomeno de los tulkus (14 Ortografía: sprul sku. Sobre el tema de los tulku véase mi libro "Parmi les Mystiques et les Magiciens du Tibet". ) muy en vista en su país. Es sabido que los tulkus son personajes que los extranjeros denominan muy impropiamente "Budas vivientes". De hecho, el tulku es considerado como la reencarnación de un individuo precedente, siendo este último, él mismo, la reencarnacion de otro individuo precedente y así en lo sucesivo, formando una serie de reencarnaciones que remonta, en el pasado, a una personalidad más o menos eminente que puede haber vivido hace varios siglos.
Inmediatamente se comprende que esta concepción implica la creencia en un ego permanente que transmigra a la manera de un hombre que cambia de domicilio, lo que es el punto de vista de los hindúes. Pues bien, el budismo niega categóricamente la existencia del ego. Las multitudes budistas repiten automáticamente la fórmula clásica de esta negación, así como los fieles de todas las religiones recitan los respectivos credos sin comprender el sentido de las palabras que recitan, pero, prácticamente, la mayoría de los budistas ve en las vidas sucesivas las peregrinaciones de un ente vagabundo.
Acabo de decir que los iniciados en las enseñanzas secretas contemplan las cosas de un modo diferente.
Entre las fuerzas agrupadas bajo el aspecto de un individuo, una de ellas o algunas de ellas unidas, pueden tender a una meta que les es imposible alcanzar en el breve lapso de una vida humana. Una poderosa voluntad de crear un instrumento capaz de proseguir los esfuerzos que la muerte interrumpe, puede, se suele decir, lograr suscitar el nacimiento de un individuo que se convertirá en ese instrumento, o puede apoderarse de un individuo que ya existe y aguijonear su actividad y la dirección propia a conducir al resultado deseado.
Tal es la teoría. El nombre de tulku la refleja fielmente. Tulku significa literalmente un "cuerpo ilusorio" creado por magia […]
(15 Los tibetanos distinguen los tulkus de los tulpas. Los tulkus son hombres o mujeres que viven, aparentemente, una vida normal semejante a la nuestra. Los tulpas son creaciones más o menos efímeras que revisten no importa que aspecto: hombre, animal, árbol, roca, etc., a voluntad del mago que los creó y comportándose como el ser cualquiera del cual tienen la forma. Esos tulpa coexisten con su creador y pueden ser vistos al mismo tiempo que él. En algunos casos pueden sobrevivirlo, o, durante su vida, liberarse de su dominio y conquistar cierta independencia. El tulku es, al contrario, la encarnación de una energía persistente dirigida por un individuo con el fin de continuar un género dado de actividad después de su muerte. El tulku no coexiste pues con su antecesor.)
No hay de ningún modo un ego permanente que transmigra. ¿Qué se dice en las enseñanzas secretas respecto del cuarto de los poderes supranormales, el que permite conocer las vidas anteriores, los domicilios anteriores como se suele decir a veces de manera colorida y muy apta para hacer concebir una falsa noción del tema?
El lector ya ha entendido, después de lo que se le acaba de decir, que el iniciado en las enseñanzas secretas considera a sus vidas precedentes como siendo múltiples. No solo múltiples en una sucesión que se prolonga en el tiempo, sino multiples en diferentes direcciones, en episodios coexistentes, en radios divididos que emanan de múltiples haces de fuerzas —haces que denominamos individuos.
Se sigue de ello que si Platón, Jesús, Cristóbal Colón y otros prosiguen su vida en muchos Pedros y Pablos, ninguno de esos Pedros ni de esos Pablos está autorizado a creerse Platón, Jesús o Cristóbal Colón reencarnado. De esas personalidades sólo una fracción revive en él. Tomó la forma de tendencias, de sentimientos transmitidos por el vehículo de las lecturas, de los discursos que han evocado los pensamientos, las palabras, o las acciones de esas eminentes individualidades. Pero, otra vez, repetimos que la audición de las palabras y la vista de los gestos de actores vulgares: el remendón, la criada, pudieron aportar a Pedro o a Pablo, aun durante la vida de ese remendón o de esa criada, elementos que se arraigaron, que se encarnaron y determinaron ciertas actividades mentales o físicas de Pedro o de Pablo. Es decir, que han vivido en ellos.
Esta fragmentacion de las causas y de las energías debe recordarse cuando se aborda la investigación relativa a los "antiguos domicilios".
Recordarlos es apelar a personalidades variadas, que moran en nosotros, pasarles revista, interrogarlas con insistencia, descubriendo las mentiras acostumbradas, quitando la máscara de las que intentan asumir una identidad falsa y, sobre todo, no buscar engañarse a sí mismo respecto de la calidad y el valor moral, intelectual y social de los huéspedes que albergamos o más exactamente que han sido nosotros en el pasado y siguen siendo nosotros en el presente."

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