Solo podemos imaginar

agosto 13, 2013

14. Transformaciones y lenguajes

Relectura de la biblia Argentina, León Ferrari
La imaginación, decíamos.
Bueno, no hay conclusiones.  Dicen que cuando dormimos soñamos y que cuando soñamos despiertos, imaginamos. Pero hay un punto en que para que aquel que imagina no hay distancia entre un sueño, una ensoñación, un recuerdo o una conjetura. Simplemente, no podemos no imaginar. El discurso subjetivo latente, ese monólogo interno que acompaña toda nuestra vigilia: la voz que nos dice en la calle "Es hora de cruzar, pero fíjate en las medias veladas de esa dama, ah, se te quedó el libro que debías entregar en la Biblioteca, mejor me voy por esta calle para visitar de paso a esta amiga que vive en el segundo piso de aquel edificio tan feo, ¿a quién se le habrá podido construir una entrada tan antivirus?", esas conjeturas de la subjetividad, conscientes o inconscientes pero presentes en todos los momentos de nuestra vida interior, todas, hacen parte de la imaginación y son propiedad del ser humano, no de uno en particular, sino de todos. El arte es lo que podemos hacer con esa forma individual de ver el mundo. Para hacer arte con ayuda de nuestra imaginación necesitamos un lenguaje. Ese lenguaje puede ser, por ejemplo, las palabras. Un buen escritor es alguien que consigue convertir el magma de la vida, la experiencia vivida, la leída, el poder de observación, en un relato verosímil, usando todas las herramientas del idioma y construyéndolo o desmontándolo a su vez. El arte fotográfico, escultórico, musical o el montaje cinematográfico proviene de un lenguaje distinto. Aunque haya conexiones entre uno y otro, entre técnica e instrumentos, los elementos con que se hace, los aprendizajes que cada expresión requiere, hacen que sean manifestaciones de lenguajes distintos. Hay artes que pertenecen a su época, porque están hechas exclusivamente con los instrumentos del momento. El fresco y el grabado en la pintura, la música ancestral que se hacía con instrumentos desaparecidos, la escultura en mármol blanco, la foto en daguerrotipo o la lomografía, los escriptorium medievales con copistas manuales antes de la imprenta de linotipos. Hoy tenemos expresiones que están naciendo a partir de las herramientas técnicas propias de nuestros días. El net.art, o ciber-arte, o la literatura pensada para el medio digital, la digitalización del cine en 35 mm y hecho con cámaras de mano y dispositivos, es un cambio paradigmático, que proporciona un cambio generacional e impondrá a los artistas venideros una transformación de técnicas, de instrumentos y una posibilidad de alcance tan insospechado como sus obras.

Pensemos por un instante en esta idea futurista inaceptable hace 30 años: una verdadera revolución literaria, un cambio de cosas que permita a todo el que escriba publicar algo, ya no asumir la escritura públicamente, pero al menos sí tener la certeza de que lo que escriba puede ser publicado por sus propios medios. Es decir, pensar públicamente de manera casi gratuita. La posibilidad de ese mundo es hoy Internet. Aquí se ha roto la cadena de valor del libro y se ha revaluado algunas formas de valoración y de consagración literaria. El escritor no requiere de intermediarios para difundir, pese a que ello no garantiza que su obra encuentre a los lectores para los que la obra fue hecha. El escritor vuelve a estar solo y el mundo frente a él. Tendrá que aceptar las reglas de la hiper-fragmentación de las audiencias. Tendrá que aceptar la escritura irá acompañada de imágenes y sonidos y apropiarse de las herramientas técnicas y las licencias abiertas que permiten el uso y la transformación de una obra o la intervención sobre ella. Tendrá que defender la circulación libre de las ideas y la re-interpretación del compendio del arte del mundo. Una sociedad de autores. En la que el arte circule sin fronteras, muchas veces sin retribución monetaria. El autor tendrá que hacer todas las funciones de la cadena: escribir, editarse, aprender a manejar las herramientas para publicarse y difundir. No puede no hacerlo: es el mundo el que ha cambiado, el principio de la escritura (comunicarse a través de historias y metáforas) se conserva; aunque mude el formato, odio y amor siguen siendo lo mismo.

Estamos ya frente a un tipo nuevo de artista. Un ser que trabaja con una máquina que es la extensión de casi todos sus sentidos. Y esto nos lleva a un nuevo tipo de obra. Algo en la línea de las Máquinas Solteras que destaca Enrique Vila-Matas de Duchamp en El viajero más lento: una obra que es soltera porque el artefacto no necesita público, entre otras razones porque lo contiene, o porque su público está en el futuro, o porque la obra de arte se mimetiza con otros trajes no solo los de la belleza y técnica tradicional de una forma archiconocida. El problema del soporte y el almacenamiento para todas las obras del mundo parece zanjado. El arte hace rato renunció a la perduración. Ya no se hace arte para la eternidad. No se usan elementos perdurables. Algunos artistas se amparan en la experiencia del instante, el happening, el performance. La obra efímera. ¿Volverá el arte a plantearse la perduración? La obra escrita, cuyo único ejemplar estaba amenazado por la humedad, por la guerra, por la distancia entre contenedor y el probable lector, ya no desaparece. Solo el colapso de la red global o la suplantación de lo que hoy conocemos como Internet por una red paralela aun más extraordinaria que llegue a ser extensión de todos los sentidos orgánicos y posibilidad de movimiento en el plano físico volverá obsoleto este medio.


Volviendo del plano astral, y ya para finalizar, quisiera comentar estas tres frases que acuñó Picasso y que contienen una escuela de aprendizaje de la imaginación y el arte: “Yo no busco, encuentro”. “El arte no es una suma de hallazgos sino un cementerio de invenciones”. Y la que más me gusta, este enigma: “Mi aliado es el polvo”. No estoy seguro del contexto en que dijo la primera frase, pero toda frase tiene un contexto real y un sustrato imaginario. "Encuentro, luego no busco" puede querer decir también que los hallazgos en arte no provienen de la indagación racional sino del azar y la subjetividad. Con la segunda idea pudo querer decir varias cosas: 1. tiempo y técnica son más importantes que los materiales de la creación, 2. es más importante la forma que el tema, 3. interioriza e integra todo el legado a tu arte para intentar luego algo superior a lo que te dieron, es decir: cuenta con todo lo que han hecho otros antes que tú, pero persigue tu propia expresión, 4. hay cosas más importantes que el orden y la imprecisión, porque si la obra es buena el tiempo corregirá cualquier error. Con respecto a la última frase, hay una anécdota que puede clarificarla: cuando pintó el retrato de Gertrude Stein la compañera sentimental de la mecenas dijo que Stein no se parecía a la del retrato. Picasso replicó: "Pero se parecerá". Había que hacerle caso a la intuición, pues el arte es una ciencia sin leyes que puede anticiparse a la vida. La verdad que revela el arte es tan profunda y llena de conexiones que a veces hay que esperar a que una máquina de escribir se encuentre con una paraguas en una mesa de disección para entender el futuro, es decir, hay que esperar a que la imaginación se convierta en lenguaje. Entonces, quizá ocurra el arte.

Fin.

Serie 14, Indagaciones sobre la imaginación

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Nota:

Con respecto al cuestionario aparecido en las primeras entregas, este es el resultado:

-Si contestaste a todas las preguntas, eres artista.
-Si no comprendiste el sentido del cuestionario y lo dejaste a partir de la segunda pregunta, no eres artista.

Eso, al menos, es lo que diría un psicólogo. Lo cual es falso, pero es lo que difunden los peritos de la cultura: o eres o no eres. La pregunta esencial a partir de ese cuestionario quizá sea la que hizo Camila Bordamalo en el comentario a al primera entrega de este ensayo. ¿Crees que serías más feliz si no fueras artista? ¿Crees que para ser feliz basta con ser menos inteligente o menos sensible? También una vez pensé que para ser feliz había que ser “bruto”. Pero más tarde conocí a una mujer elemental en su escolaridad, como casi todo los habitantes de este país. A ella la hacía inmensamente feliz una cosa: comer. Pero la vida son más cosas, de manera que anhelaba también ser rica. Y el deseo insatisfecho de tener dinero la acompaña desgraciadamente más horas al día que las que disponía para su verdadera felicidad que era comer. Ya mencioné que tenía una formación elemental: quise decir que su vida transcurría sin grandes preguntas filosóficas que la atormentaran, aparte de la subsistencia y del vestir y de la diversión del cuerpo; no sufría por la guerra en el mundo, ni se deprimía por no poder escribir un poema, ni pensaba como sacudir la sensibilidad del prójimo. No era artista, en el sentido de buscar una forma de expresión, de tener una actitud frente a al mundo. Pero tampoco era feliz.
Al menos, no completamente feliz.
¿Qué se necesita para ser feliz? ¿No ser artista? Eso tampoco es prenda de garantía para alcanzar la felicidad. Para ser feliz habría que no desear nada, como dice el tao. Pero el motor de la vida humana es el deseo. Detentar para ser. Para ser feliz no se necesita el arte. Porque el arte nace también de una inconformidad, de darle sentido a un mundo y una vida que parece no tenerlo.
Tal vez serías menos desgraciado si fueras menos consciente. Pero entonces te haría infeliz otra cosa.
El formulario está "inspirado" en uno de los poemarios que más me gusta: El libro de las preguntas, de Pablo Neruda. También hay tonos que provienen de la Poesía completa de Miyó Vestrini. Y si alguien quiere ver esa técnica aplicada a la literatura recomiendo el cuento Cuestionario para Rudolph Gordon de Jack Matthews aparecido en la antología Ficción Súbita de editorial Anagrama. Tal como figura es una síntesis de preguntas que estaban sueltas en mis diarios de distintas épocas. Algunas eran preguntas que me hacía ante situaciones cruciales y ante dudas que se me han aparecido de repente cuando pienso en mi propio camino y en el obstáculo que era/es el futuro. El formulario puede leerse como un interrogatorio interno, y las preguntas pueden ser adaptadas para cada lector. Si alguien se anima a responder alguna, debe saber que los resultados no se usarán en un experimento, ni en una tesis, ni serán respaldo para este ensayo en lo que a mi ocio concierne, concluido. Si las responde todas, al menos podría encontrar unas coordenadas autobiográficas. El formulario no busca más que plantear algunas preguntas consubstanciales que un aprendiz de escritor se hace en distintas épocas de una vida y que pueden parecer pueriles o definitivas según la edad o la experiencia vital. Solo pretenden servir como espejo. Las respuestas voluntarias de los lectores pueden ser leídas siguiendo en este enlace.

Gracias a los que participaron y comentaron en las entradas y a quienes hayan seguido la serie por su paciencia.


La bibliografía esencial consultada para quienes quieran ampliar el tema:

La palabra muda, Jacques Ranciere
El misterio de la creación artística, Stefan Zweig
Teoría de la clase ociosa, Thorstein Veblen
Cuestiones de método, Jean Paul Sartre
Literatura y arte, Situations IV, Jean Paul Sartre
El espacio literario, Maurice Blanchot
Conversaciones con Goethe, Eckermann
Cómo leer en bicileta, Gabriel Zaid
Fueras de serie, Malcom Gladwell
La canción del péndulo, Josep Brodsky
Cuestión de énfasis, Susan Sontag
Dalí, Antonio Dolano
Un placer Fugaz, Truman Capote, correspondencia
Al cumplir ochenta, Henry Miller
El ojo cosmológico, Henry Miller
Crítica, cultura y sociedad, Adorno (caracterización de Walter Benjamín)
Teoría Estética, Adorno
El viajero más lento, Enrique Vila-Matas

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Maneki-Neco

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