El mito trágico del Ángelus de Millet, Salvador Dalí
febrero 11, 2011
Lo decepcionante del método paranoico-crítico surrealista no es tanto lo paranoico como su falso criticismo. Para adelantar una conclusión paranoico-crítica es necesario agregar dos o tres teorías freudianas, el ego libidinal, la histeria paranoica, el superyó, la dosis obligada de Edipo, dos sueños, una impresión personal y la obra a juzgar, tras lo cual se develará al misterio del arte, o de lo que sea que queramos develar. Dalí supone que el enigma oculto en el Ángelus es el éxtasis por incesto, y el complejo de culpa. La mujer, madre castradora, se inclina como la mantis religiosa sobre el hijo que engullirá. El hijo cubre su sexo excitado ante la madre que sodomizará. El trincho clavado en la tierra es un símbolo de fertilización. La profundidad del paisaje y el tono crepuscular que lo baña evidencia el atavismo del incesto con un aura elegíaca. Y la carretilla es un trasunto de la posición (decúbito prono) en que será poseída la madre por el hijo. El hecho de ser campesinos los protagonistas (oprimidos, instintivos, ignorantes) demuestra la aberración a que los arroja su destino. Y así opera el método paranoico-crítico en el lector: todo lo que parecía un momento de elevación mística en este cuadro, empieza a embarrarse de una connotación sexual. Ese el problema con Freud, que todo va de lo general, al sexo. Y del sexo al incesto. Es el problema con los surrealistas: que todo va del ensueño al sueño, y del sueño a la pesadilla, sin un bucle que lleve de regreso a esta miserable vida, a la que, querámoslo o no, estamos anclados.
Para explicar su hallazgo, narra Dalí el proceso de bisociaciones que tuvo: un sueño en que sodomizaba a Gala a la salida de un museo viendo un crepúsculo que le recordaba la atmósfera que impregna el Ángelus de Millet (esa desinhibición, después de un largo periodo de abstinencia, sugiere que su madre bloqueó su ego libidinal, lo mismo que la madre de Millet, y que ambos se extasiaron al hacer una posesión simbólica de la madre castradora en un atardecer). Narra también un juego de niños en que recogía fósiles para ponerlos en posiciones de fornicación perpetua (luego relaciona los fósiles con los sacos de papa que hay sobre la carretilla en posiciones semejantes). Narra después un golpe que se da yendo de la playa a su casa de Port-Lligat con un baquiano que llevaba un arado igual al que yace enterrado en el Ángelus (y que después incluiría como símbolo fálico en muchos de sus cuadros). Narra Dalí una reproducción monstruosa y misteriosa del Ángelus de Millet en juegos de tazas, afiches, camisetas, postales y muros (no supone, eso sí, que el capitalismo convirtió la iconografía del arte en envoltorios, artesanías). Narra Dalí su fijación por este cuadro enigmático y todo lo que le costó develar su misterio.
Si bien es cierto que el único camino para abordar los fundamentos filosóficos y los rudimentos de una obra es el que atraviesa nuestra impresión más íntima y personal (lo que me dice a mí y sólo a mí en mi ignorancia o inexperiencia o mi infinita sapiencia o en mi soberana impaciencia), también es cierto que el exceso de subjetividad lleva a la explicación abstracta. La única interpretación subjetiva interesante para mí hoy es la que aspira a convertirse en arte.
Una nota al pie afirma que al Ángelus le hicieron en el Louvre una radiografía solicitada por el propio Dalí. De ese estudio resultó que Dalí era clarividente, porque Millet había borrado con la canastilla de papas un ataúd de niño que había pintado originalmente a los pies de la mujer (la costura en la imagen es el rastro de un atentado), lo que canalizaría aun más su simbolismo. En realidad no sé lo que busca el método paranoico-crítico de Dalí y el clan surrealista. Tal vez Dalí quiso hacer arte con el método paranóico-crítico, pero sin poesía, o con poesía prestada: “El Angelus es el encuentro magnífico entre un paraguas y una máquina de escribir en una mesa de disección” (paráfrasis de Lautréamont). Pero si todo lo que un artista vela en su obra cediendo espacio a la intuición, y persiguiendo sus obsesiones, obedece a un único impulso: deseo de incesto reprimido; entonces todo el arte es una perversa tautología.
Y el artista, un enfermo.
A ratos creo que tiene razón. A ratos me parece un reduccionismo imbécil.
¿Pero por qué todos mis personajes primarios viven sin padre, y el que acaso tiene, lo mata?
El mito trágico del Ángelus de Millet
Salvador Dalí
Tusquets, colección Los cinco sentidos
1983
Para explicar su hallazgo, narra Dalí el proceso de bisociaciones que tuvo: un sueño en que sodomizaba a Gala a la salida de un museo viendo un crepúsculo que le recordaba la atmósfera que impregna el Ángelus de Millet (esa desinhibición, después de un largo periodo de abstinencia, sugiere que su madre bloqueó su ego libidinal, lo mismo que la madre de Millet, y que ambos se extasiaron al hacer una posesión simbólica de la madre castradora en un atardecer). Narra también un juego de niños en que recogía fósiles para ponerlos en posiciones de fornicación perpetua (luego relaciona los fósiles con los sacos de papa que hay sobre la carretilla en posiciones semejantes). Narra después un golpe que se da yendo de la playa a su casa de Port-Lligat con un baquiano que llevaba un arado igual al que yace enterrado en el Ángelus (y que después incluiría como símbolo fálico en muchos de sus cuadros). Narra Dalí una reproducción monstruosa y misteriosa del Ángelus de Millet en juegos de tazas, afiches, camisetas, postales y muros (no supone, eso sí, que el capitalismo convirtió la iconografía del arte en envoltorios, artesanías). Narra Dalí su fijación por este cuadro enigmático y todo lo que le costó develar su misterio.
Si bien es cierto que el único camino para abordar los fundamentos filosóficos y los rudimentos de una obra es el que atraviesa nuestra impresión más íntima y personal (lo que me dice a mí y sólo a mí en mi ignorancia o inexperiencia o mi infinita sapiencia o en mi soberana impaciencia), también es cierto que el exceso de subjetividad lleva a la explicación abstracta. La única interpretación subjetiva interesante para mí hoy es la que aspira a convertirse en arte.
Una nota al pie afirma que al Ángelus le hicieron en el Louvre una radiografía solicitada por el propio Dalí. De ese estudio resultó que Dalí era clarividente, porque Millet había borrado con la canastilla de papas un ataúd de niño que había pintado originalmente a los pies de la mujer (la costura en la imagen es el rastro de un atentado), lo que canalizaría aun más su simbolismo. En realidad no sé lo que busca el método paranoico-crítico de Dalí y el clan surrealista. Tal vez Dalí quiso hacer arte con el método paranóico-crítico, pero sin poesía, o con poesía prestada: “El Angelus es el encuentro magnífico entre un paraguas y una máquina de escribir en una mesa de disección” (paráfrasis de Lautréamont). Pero si todo lo que un artista vela en su obra cediendo espacio a la intuición, y persiguiendo sus obsesiones, obedece a un único impulso: deseo de incesto reprimido; entonces todo el arte es una perversa tautología.
Y el artista, un enfermo.
A ratos creo que tiene razón. A ratos me parece un reduccionismo imbécil.
¿Pero por qué todos mis personajes primarios viven sin padre, y el que acaso tiene, lo mata?
“El fenómeno paranoico no sólo es aquel en que se resumen por excelencia todos los factores “sistemáticos asociativos”, sino incluso aquel que encarna la más “idéntica” ilustración “psíquico-interpretativa”. La paranoia no siempre se limita a formar parte “de la ilustración”; aun constituye la verdadera y única “ilustración literal” conocida; es decir, “la ilustración interpretativa delirante”- cuya “identidad” se manifiesta siempre a posteriori como factor consecuente de “la asociación interpretativa”.
El mito trágico del Ángelus de Millet
Salvador Dalí
Tusquets, colección Los cinco sentidos
1983
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