Los inmortales

abril 11, 2009



El 15 de abril de 1980 muriò Sartre. Habìa sobrevivido a los còlicos nefrìcos, a la "miniplejia", a la arteriopatìa cerebral, al glaucoma ocular, a la hipertensiòn, a varios derrames, a las chocheras de la apoplejìa, a la ceguera de la apoplejìa; y finalmente una insuficiencia renal lo liquidò.

Era mortal, por si no està claro.
Y todo lo que quiera saberse de este final estrepitoso està en La ceremonia del adiòs, de Simone de Beauvoir, su mujer, su castor, su socia intelectual.
El libro està dedicado a los que amaron a Sartre y a quienes le amarìamos en su posteridad. Sin embargo, a los amigos de Sartre (carroñeros que querìan vivir de su cadàver), no les vino bien el libro de Beauvoir. La atacaron de oportunista, de aprovechar la invalidez del escritor para hacer una suerte de exhibicionismo del hecho de ser su lector màs allegado. Le atacaron la frivolidad con que describiò la soltura de esfìnteres, la ceguera, los delirios. Les molestò sobretodo ver a su hèroe (que varios años antes clamaba por una verdadera revoluciòn y por una literatura comprometida) convertido en una piltrafa, en un dechado humano, en una ruina de la biologìa.
Lo cierto es que Simone de Beauvoir no sòlo presenciò y sufriò todo aquello que contò en ese libro con estoicismo, sino que ademàs lo reconstruyò sobre el diario llevado durante los dìas màs duros de aquella despedida, mientras hacìa de enfermera, de lectora de ciego y de mujer del hombre que habìa amado.
La virtud que le veo a ese libro es que describe con exactitud el estado de un cuerpo averiado y el de una mente lùcida. Y es lo segundo lo que triunfa sobre lo primero.
Este libro es uno de mis preferidos. Lo leì hace años, cuando Camus me iluminaba el camino y Sartre con su ojo visco nos lanzaba cientos y cientos de perdigones. Ahora he resuelto incorporarlo a mi anaquel. Lo he conseguido en una vieja y maravillosa ediciòn de Edhasa, 1982, que viene acompañada ademàs por las largas entrevistas que le hizo Simone cuando Sartre estaba terminado. Es decir, cuando empezaba su posteridad, su legado, su genio.
El genio de Sartre, es uno de los ejes a los que conduce Simone sus preguntas. ¿Còmo llegò a sospechar un muchacho comùn y corriente que era un genio?, ¿còmo lo comprueba?, ¿còmo programa toda su vida para hacer de esa intuiciòn una hoja de ruta y no una mera infatuaciòn?, ¿què tenìa de excepcional ser un genio y no un zapatero?, ¿què es ser un genio? Beauvoir es incisiva, como un predador: persigue a Sartre hasta hacerlo decir lo que sabe que va a decir:

"El genio no es la inteligencia. El genio era la posibilidad de hacer una obra de arte perfecta. )( Escribir era escribir cosas perfectas. Sòlo se puede querer escribir para escribir cosas perfectas. Y èstas, al mismo tiempo, por otra parte, no son enteramente perfectas; sobrepasan un poco los lìmites de lo perfecto para ir màs lejos. Pero la idea de "escribir es escribir algo perfecto", es la idea clàsica. No tenìa ninguna prueba, pero me decìa que, puesto que querìa escribir, debìa escribir algo perfecto, se suponìa que lo harìa; por tanto yo era el hombre que escribirìa cosas perfectas. Era un genio."

A simple vista parece una respuesta elemental del tipo 1+1= 6.
Pero hace falta recordar la enormidad que compone la obra de Sartre en un anaquel para saber que el bizco se lo tomò en serio y no hizo nada superfluo con su vida. A mì la obra filosòfica de Sartre me importa tres cojones la verdad. Salvo San Genet y Baudelaire (las dos dedicadas a sendos genios de francia) y donde el Sartre filosòfo, el crìtico,el lector y el escritor se me hacen uno solo; salvo esas dos, digo, prefiero mil veces La nàusea, la historia del misàntropo Roquetin y el autodidacta, un par formidable de desadaptados que se dan cita en la clandestinidad de una biblioteca, y sobretodo ese libro de memorias llamado Las palabras. Ahí está todo su legado de hombre inmortal.

Pero Simone de Beauvoir querìa siempre saber màs:

"Usted no era de eso hombres que dicen: "hago una obra inmortal, soy inmortal." En usted no habìa nada de esto."

A nosotros, los inmortales, no nos importa la fama, querida. Cuando somos inmortales, nos vale un carajo la posteridad, la fama, la riqueza y todas las comedias de la eficacia humana. Tù lo sabes mejor que nadie, castor. Has escrito un libro magistral sobre un tipo que no se muere, que està harto de amar, de ver morirse a la gente que ama, de matar, de ser famoso. Ese libro es la obra de un genio. Todos los hombres son mortales... ¿no es asì que titulaste? Allì nos muestras la inmortalidad como la aberrante encarnaciòn de un mito griego, como una condena eterna, como un lastre. Y sin embargo insistes en joderme con lo mismo, que la posteridad, que la inmortalidad, que toda esa mierda.
¿No te das cuenta que estoy harto?
¡Ya no tengo erecciones!
¿De què nos sirve la puta inmortalidad cuando ya no hay erecciones, Castor?
Eso le hubiera dicho yo, pero el vejete del Sartre le responde:

"A partir del momento en que uno es inmortal, que uno ha hecho una obra inmortal, la suerte està echada; sin embargo hay que situarse en la cotidianeidad. Entonces vale màs no tener la mirada puesta, excepto con el rabillo del ojo, en la inmortalidad y apostar por la vida; yo, ser viviente, escribo para personas vivientes, pensando que si tengo èxito, me leeràn incluso cuando estè muerto."

Y lo hacìa a propòsito, Simone. Tal vez asì lograba aproximarse al ùltimo proyecto intelectual de Sartre: una obra dialèctica, un pensamiento total e integrado en el nosotros:

"Serìa necesario un pensamiento que fuera verdaderamente concebido por ti y por mì al mismo tiempo, en la acciòn del pensamiento, con las modificaciones en cada uno que provoca el pensamiento del otro, y serìa necesario llegar a un pensamiento nuestro, es decir en el que tù te reconocieras, pero al mismo tiempo me reconocieras, y yo me reconociera reconocièndote... )( mi situaciòn es, sin embargo, curiosa: en lìneas generales, yo he terminado mi carrera literaria. El libro que hacemos actualmente es un libro allende las cosa escritas. No es del todo un ser viviente, un viviente de màs edad el que habla contigo; me encuentro un poco liberado de mis obras... contigo quiero hacer una obra que estè màs allà de mi propia obra."

Otra, que no estuviera menopàusica, le habría ofrecido un hijo. Pero tratàndose de Simone, aquì està el resultado: La obra màs allà de la obra. Cuando eran jòvenes y al tèrmino de una discusiòn apasionada uno de los dos triunfaba con brillantez, le decìa al otro: "!Lo tengo en la cajita!"
Ahora ambos estàn en la cajita.
No saldràn de ella.
Todos los hombres son mortales.


Simone: ¿Con què cuenta para sobrevivir, con la literatura o con la filosofìa?, ¿prefiere que la gente aprecie màs su literatura o su filosofìa o quiere que a la gente le gusten las dos?
Sartre: Por supuesto responderè que le gusten las dos. Pero existe una jerarquìa y la jerarquìa pone a la filosofìa en segundo lugar y a la literatura primero. Deseo obtener la inmortalida por la literatura...

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