Yo que he servido al rey de inglaterra, Bohumil Hrabal

diciembre 07, 2010

Yo que he ervido al rey de inglaterra cine dirigida por Jiří Menzel
El personaje asombroso en la novela de Hrabal no es el que sirvió al rey de Inglaterra, sino el que sirvió al rey de Abisinia. Toda la historia del mesero Jan Dite, ocurre al interior de hoteles en checoslovaquia donde se viven todas las tensiones del siglo XX: la primera república Checa tras la caída del imperio ausbúrico, la invasión nazi, cuando los judíos que antes comían en el restaurante tienen que llevar la estrella en el hombro y servir de meseros y de pianistas, luego cuando los nazis salen por la puerta de atrás y llegan los soviéticos y los restaurantes se llenan de uniformes pardos y de platos tristes.
El mesero (un trepamundo que se la jugará al mejor postor por cumplir su único sueño: enriquecerse) tiene el mérito de ser el único sobreviviente a todos los flujos y reflujos de las guerras europeas. De barman en un puteadero para millonarios, pasando a mesero de un hotel elegante donde se purifica la raza aria, de mesero a jefe de cocina, de jefe a Maitré, de Maitré a propietario del hotel, su último paso en el camino de enriquecer es hacerse a una colección de sellos arrebatada a los judíos emigrados (donación de su novia nazi), cumpliendo así su sueño mayor: comprarse el hotel-burdel donde trabajó cuando era don-nadie. Luego el comunismo se quedará con todo y le cobrará cada millón por año de cárcel, para redondear el argumento.
Desde las bambalinas Dite descubre el oropel de las costumbres sociales de todo un siglo. Hay en este libro una de las cenas más opíparas que se hayan descrito en la literatura, después de los banquetes de Pantagruel.
Es la visita del rey de Abisinia (¿Victor Manuel III?), cuando Italia ha expandido su imperio a África y comparte la hegemonía de Europa con los nazis. Entonces el rey de los negros es llevado a este hotel y una cohorte de meseros abisinios prepararán el siguiente agasajo:

“Y el día anterior al banquete, llegaron esos cocineros, eran negros relucientes, pero tenían frío y llevaban un intérprete, y nuestros cocineros tuvieron que hacer de pinches, pero el cocinero, ese día jefe, se quitó el delantal y se marchó ofuscado, estaba ofendido, pero aquellos cocineros de Abisinia empezaron a hervir varios cientos de huevos y se reían a mandíbula batiente y luego trajeron veinte pavos y empezaron a asarlos en nuestros hornos y a preparar en grandes fuentes ciertos rellenos, para los que precisaban treinta cestas de pan y grandes puñados de especias y un carro de perejil, y nuestros cocineros les picaron aquello y todos sentíamos curiosidad, qué irían a hacer esos muchachos negros, y también sucedió que empezaron a tener sed, de modo que les traíamos cerveza de Pilsen, y ellos estaban muy contentos y en contrapartida nos ofrecían sus licores hechos de ciertas hierbas y eran muy embriagadores y desprendían aromas de pimienta y clavo de olor, pero luego nos asustamos, pues mandaron traer dos antílopes, , que ya estaban despojados, rápidamente los desollaron, los habían comprado en el jardín zoológico, y en las más grandes ollas de las que teníamos, en ésas luego asaron esos antílopes, metían pastillas enteras de mantequilla debajo de ellos, los espolvoreaban con esas especias suyas que sacaban de unos saquitos, tuvimos que abrir todas las ventanas de tanto vapor como había, luego rellenaron esos antílopes con los pavos semiasados y, con el relleno, los huecos los rellenaron con los cientos de huevos duros y lo seguían asando todo junto, pero más tarde se vino abajo todo el hotel, el mismo jefe se asustó, pues no estaba preparado para esto, los cocineros trajeron un camello vivo delante del hotel y ahí lo quisieron sacrificar, pero eso nos daba miedo, sin embargo, el intérprete rogó al señor Brandejs hasta conseguir su consentimiento--- luego ataron aquel camello, que clara y perceptiblemente berreaba: nooo, nooo, como diciendo que no le acuchillaran, pero uno de los cocineros lo degolló con un cuchillo kosher y el patio se llenó de sangre e inmediatamente levantaron el camello por las patas con la ayuda de una polea, sacaron sus vísceras a cuchilladas y a continuación deshuesaron a todo el camello, ya sin las patas, igual que aquellos dos antílopes, y trajeron tres carros enteros de leña--- cuando las llamas se apagaron y quedó solo la brasa viva, giraban el eje y asaban el camello entero y, cuando ya estaba casi hecho, metieron dentro del camello esos dos antílopes en los que estaban los pavos como relleno y en ellos ya había a su vez un relleno también de pescado, y rellenaron los huecos con huevos hervidos y seguían espolvoreándolo todo con sus especias y bebían cerveza, pues seguían teniendo frío…”

Página 134-135-136, Booket libros.

El exceso, la desmesura, que Pasolinni mostró ya en la republica de Saló, pero contada esta vez sin coprofilia, con un humor distraído, con el estilo a la vez barroco y grotesco con que Hrabal, un autor de historias simples, mostraba la fastuosidad del eje roma-berlín.

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