A salto de mata. Crónica de un fracaso precoz. Paul Auster

noviembre 20, 2012



Les presento al joven Paul Auster: un traductor miserable en París, un estudiante aplicado en Nueva York, un escriba de cine fracasado, un dramaturgo de obras que desocupan salas, inventor de juegos de azar, navegante petrolero, aprendiz de escritor. Las primeras 114 páginas de A salto de mata (léase saltando matones) resumen el itinerario autobiográfico, la primera época del aprendiz de escritor. Luego transcribe las tres obras de teatro que escribió en la época de sus miserias. El método para jugar béisbol de cartas. Y, finalmente, la novela policial por la que recibe una paga de escritor. Muy poco de literatura, si se cercenan tres cuartas partes del libro. ¿Qué es esto? ¿Un libro de memorias? ¿Un pretexto autobiográfico para narrar las peripecias por las que tuvo que pasar el autor antes de ganar algo por escribir un  libro? Poco, muy poco de lo que uno quisiera saber de sus claves literarias. Apenas alcanza para hacerse una idea desmitificada de lo que requiere cualquiera para hacerse escritor en los Estados Unidos: conseguir todo el dinero posible o fracasar. Nada significativo en las lecturas, ni en la pasión de narrar. Personajes extraños, eso sí, más jodidos que él. Casi que es un mecanismo de llegada la escritura que resulta, para Auster, casual. Algo bastante extraño para un autor prolífico del cual se pueden ver una decena de títulos en cualquier librería. Hay que desconfiar de los primeros tiempos de un autor, porque se parecen a todos. ¿Qué hacemos entonces? ¿Le creemos? ¿Hay otros caminos distintos a buscar dinero? ¿Qué otros derroteros conducen a la creación literaria? ¿La bohemia? Esa exalta y embota vocaciones. ¿El hambre? Ese agudiza la inteligencia artística (pero casi siempre lleva a la desesperación y a la derrota). Aprovecha lo que te haya tocado, quisiera deducir de este libro: porque todo sirve para escribir. No te quejes. A fin de cuentas, puede que tus palabras no sirvan para nada. La situación más degradante del ser humano es vender su fuerza vital al albedrío ajeno. ¿El trabajo no deshonra? Falso. Nos deshonra trabajar, si el trabajo sustituye a la creación. Tal vez los escritores son falsos privilegiados, una suerte de individuos egoístas que sólo piensan en su estómago y en la fama y sacudirse cualquier tipo de atadura, de hacer la Verónica a la obligación. Pero el mundo se encargará de acorralarte, de llevarte de vez en cuando a la cornisa, o a la ventana de este cuarto por donde ocasionalmente va entrando el ruido de martillazos del carpintero vecino y la voz de su mujer que lo interrumpe cuando grita: !Ya no hay mercado, cabrón!

A salto de mata. Crónica de un fracaso precoz. Paul Auster, editorial Anagrama

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