Herta Müller, Vargas Llosa y Julian Barnes en Colombia

enero 28, 2013

Herta Muller, Mario Vargas Llosa, Julian Barnes, Hay Festival Cartagena

¿Por qué sobrestimamos a los escritores? Creemos que dos grandes se reúnen y hablan sobre genialidades, pero Javier Marías visitó a Paul Auster y hablaron de béisbol y de actores secundarios en películas de cine negro años 50s; y García Márquez cenó con Woody Allen y conversaron sobre supersticiones (con la traducción simultánea del hijo inédito del Premio Nobel). Si uno quiere apreciar una verdadera conversación sobre algo importante debería abordar a los monstruos que son todos asombrosos, o abordar a los ancianos en los parques que dan lo que sea por contártelo todo, o leer la entrevista de 400 páginas que le hizo Beauvoir a Sartre, o hacer caso de este adagio colombiano: "Habla más que un secuestrado cuando lo rescatan". Creemos que los escritores están obligados a decir grandes cosas sobre todos los temas. ¿Por qué? Porque están revestidos de autoridad. Haber escrito algo valioso te da autoridad.  El papel te da autoridad: ampara como institución lo que en él se ha fijado. ¿Pero hasta dónde llega esa autoridad? Hasta los límites de la obra. Jean Giono le advertía a los jóvenes que querían ser escritores, en su diario por Italia, que había que cuidarse de decir cosas grandilocuentes, porque una vez tomada la pulsión se te pasará la vida en plan de decir cosas grandilocuentes. Lo que le pasó más o menos a Vargas Llosa. Siempre combativo, siempre al acecho, siempre atento a la réplica y con la cita oportuna a flor de labios, siempre consciente de los "grandes problemas de su tiempo", al punto que la gente que le ha conocido dice que hasta en privado solo habla sobre "cosas importantes", que nunca habló sobre trivialidades, que siempre ha estado en el papel de intelectual hasta que lo castigaron con el Premio Nobel. De aquí la deriva de este verbo: vargasllosear (por analogía con alardear).
Sin embargo, con la visita reciente de Herta Müller y Vargas Llosa a Cartagena (Nobel ella, Nobel él) me surgió la duda de que las grandes declaraciones son buscadas más por los interrogadores que siempre están tras la chiva, por aquellos que siempre quieren una saeta directa a la coyuntura política, al gobierno de Cuba, a la legalización de las drogas, a la liberación del mercado, como si los escritores fuesen sibilas. Para que un escritor diga algo que valga la pena oír hay que preguntarle sobre el dominio del oficio, sobre lenguaje y estilo, sobre arquitectura y fondo, que son los temas a los que más ha dedicado tiempo y reflexión. Me sorprendió, de la charla de Herta Müller con su traductor, que ella se mantuvo en un plano elemental: se remontó a su crianza en una campiña Rumana llena de vacas y dijo "mi nana fueron las flores". Se refirió a la lengua materna y a la belleza de las palabras de las gentes humildes que pueblan el campo. Se refirió a la soledad. Se refirió a lo que se siente ser expiado día y noche. Vargas Llosa, por su parte, se refirió a su adolescencia y a su novela fundacional y a Flaubert. Temas humildes para él. En la charla sobre Flaubert lo acompañó el inglés Julian Barnes con su voz de locutor noctámbulo, quien se mostró más mesurado ante el fanatismo literario del peruano. Estos autores, acostumbrados a los grandes temas, a los debates públicos que les proponen los grandes periodistas, se refirieron esta vez a cosas esenciales del oficio: ¿cómo aprendieron a escribir, qué los motiva a escribir, cuál es la relación con el lenguaje, qué aprendieron de otros escritores?

Por suerte, Internet empieza a enseñarnos que los auditorios son invisibles. Podemos oír las declaraciones grandilocuentes o las simples llanezas desde una silla confortable, sin necesidad de ir en peregrinación a ciudades de turismo de alto consumo. Les dejo dos grabaciones de las charlas. La de Herta Muller sobre las vacas y los nombres de las flores, y la de Vargas Llosa con Julian Barnes que fue una declaración de amor al francés con un ataque a Sartre en el medio. Sartre, acostumbrado al jaque mate, les habría dicho: "El idiota de la familia era un intento de imaginar la vida de un hombre y sus circunstancias. Pero no lo logré. El idiota de la familia soy yo, queridos."

Aquí Herta Müller:

 

Aquí Vargas Llosa:

 

¿No soy un amor?

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