Vida y destino, Vasili Grossman (IV)

enero 20, 2011

Alemanes en Stalingrado
¿Alemanes perdedores de guerras en el frente occidental? ¿Primera guerra mundial? ¿Guerra de desgaste? ¿De gas venenoso? ¿De bayoneta? Eso sí me desaburre. Y empecé a leer Sin novedad en frente, de Erich Maria Remarque. Una novela que obtiene su vértigo del riguroso presente continuo en que está narrada. Algo así como: estoy en un embudo, acaban de destripar al sargento Johann Sebastian Bach, unas esquirla mutila a mi amigo Nietszche por encima de la canilla y yo fascinado observo la lluvia de plomo: si no mataran, sería un juego de luces espléndido. (paráfrasis).
La novela narra la historia de una patrulla de soldados alemanes desde su reclutamiento hasta la aniquilación. El narrador se da garra cortando piernas, mutilando brazos, haciendo correr soldados en los muñones de sus pies cortados. Sólo que no exagera: la Primera Guerra Mundial se lleva el premio entre las guerras inútiles. Guerra de desgaste, llaman los militares: los días se iban en hostigar la trinchera contraria. Cada intento de asalto tomaba veinte mil vidas. Y esos veinte mil soldados muertos eran reemplazados al día siguiente por otros veinte mil soldados de reserva. Muchachos franceses, alemanes, austriacos, italianos, turcos, rusos. Lo mismo da. La guerra se la inventan los viejos para que mueran los jóvenes. Y jóvenes son los protagonistas de esta novela. Tenían todos menos de veinte años, y todos sabían que iban a morir. Lo que no sabían era a razón de qué. ¿De la patria? ¡Hijueputas! ¡La guerra se la inventan los leguleyos para que pongan el pecho los más cabrones! Remarque cuenta de qué iban las ilusiones y las conversaciones de esos esbozos de hombre obediente: hablaban, soñaban, con el día en que los políticos declarasen la paz, hablaban de sus mujeres, de cómo las fornicarían, de los platos que comerían, de las madres que los esperaban y de los libros que leerían. El protagonista de Sin novedad en el frente es escritor, un trasunto del propio Remarque. Más allá de su trinchera está el cuartel de reserva, y más allá del cuartel de reserva está la ciudad; y en la ciudad, está su casa, y en uno de los cuartos de su casa, están sus libros. Piensa en eso. En sus libros. Pero enseguida ve el cuerpo partido en dos de un zapador y se pregunta: ¿Para qué el conocimiento? ¿Para qué sirve Goethe en una trinchera? ¿De qué ha servido todos los siglos de filosofía y de literatura y de ciencia y de historia al mundo cuando la civilización entera emprende una carnicería como aquella? Una generación de poetas, de pintores (entre los que estaban Jacques Vichy, Apollinaire, el brazo derecho de Blaise Cendrars, de ingenieros, de panaderos, quedó tendida en una trinchera durante un día en que no hubo novedad en el frente. ¿Quién los recuerda? ¿Para quién importan?

Im Westem Nichts Ne Neus, Sin novedad en el frente, Erich Maria Remarque, Círculo de lectores, 1983

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