Allá lejos, Joris Karl Huysmans

febrero 05, 2011

Cementerio con dama- Helmut Newton

Advocación de Satán:
"Legado sobreadmirable de las falsas zozobras, tú acoges la mendicidad de nuestras lágrimas; tú salvas el honor de las familias con el aborto de los vientres fecundados durante los olvidos de las buenas crisis; tú insinúas a las madres la prisa de los partos prematuros, y tu obstetricia evita las angustias de la madurez y el dolor de la caída a los niños que mueren antes de nacer"
Pg299

Joris-Karl Huysmans publicó Allá lejos en el momento en que la literatura francesa estaba decadente. El naturalismo, a su parecer, había llevado a la literatura francesa a un non plus ultra, a un no-más-allá. Huysmans dedica el primer capítulo de su libro más perturbador, Allá lejos (Más allá), a hacer una crítica severa de este movimiento que avalaba por una literatura impresionista, captadora de la realidad, instantánea, abigarrada, y al mismo tiempo hace la crítica severa de un siglo embelesado por la locomotora, la química, el progreso y la vida urbana. El primer capítulo de Allá lejos marca distancia de su maestro Émile Zola: señala su anacronismo, su exceso inútil, su cacofonía, su soporte de aire. De paso se despacha a derrumbar los mitos de la época: la fe ciega en una ciencia que transformaría al mundo para bien, el ocaso de la espiritualidad por el progreso económico, un convencimiento devoto de que la historia de la humanidad era una larga procesión en donde los que vivían el momento presente avanzaban a la vanguardia y eran dueños de sus colonias. Huysmans decide volver a la edad media para cuestionar el presente inmediato (siglo XIX). Su idea es que puede criticarse el presente usando el pasado como alegoría, pero esa astucia no fue Huysmans quien la fundó. Ya sabemos los recortes de prensa que aprovechaba Shakespeare. Los entremeses que parodiaba Cervantes. Los chismes que usufructuaba Plutarco.
Allá lejos son dos historias: la que narra la vida de Durtal, un erudito que prepara una biografía de Gilles de Rais, y su inmediato círculo de amigos, entre los que descuellan un médico, un químico, un campanero, un papa negro, una súcuba satanista y un escritor, en las postrimerías del siglo XIX. El contrapunto es esa biografía que escribe Durtal, la historia de Gilles de Rais, mariscal del rey de Francia, correligionario de Juana de arco, prócer de los franceses en la guerra de los 100 años contra los ingleses. Pero esta historia subsidiaria sólo se reconstruye con diálogos y largas parrafadas entre Durtal y Des Hermies y el contacto que tendrá Durtal con la súcubo satánica del siglo XIX que lo hará asistir a una Misa Negra. La historia del mariscal Gilles De Rais, enloquecido por conocer el ocultismo hasta sumergirse en las mieles ácidas del satanismo, es de una brutalidad sin límites, en comparación al rito sexual moderno. Su crueldad se ve tamizada y soportable y legible sólo porque se enmarca al interior de la primera historia, como un recuento. De otro modo trastornaría a las mentes susceptibles:
“Al obscurecer, cuando ya sus sentidos eran fosforescentes, irritados por el jugo poderoso de las carnes de venado y abrazados por combustibles brebajes sembrados de especias, Gil y sus amigos se confinaban en una cámara retirada del castillo. Allí era donde llevaba a los mozalbetes encerrados en las bodegas. Se los desnudaba y se los amordazaba. El mariscal los iba palpando y los forzaba, cortándolos luego lentamente con su daga, complaciéndose en desmembrarlos poco a poco. Otras veces hendía el pecho y bebía el último soplo de sus pulmones. También les abría el vientre y lo olfateaba, ensanchando con sus manos la herida para sentarse sobre ella. Entonces, mientras se frotaba con el barro escapado de las entrañas tibias, volvía la cabeza y miraba por encima del hombro, a fin de contemplar las supremas convulsiones del rostro, los últimos espasmos. Él mismo dijo: “me producía más contento disfrutar con las torturas, con las lágrimas, con el espanto y con la sangre, que con cualquier otro placer.” Después se cansó de los placeres fecales. Un pasaje, todavía inédito, del proceso nos entera de que “el citado señor se calentaba con mozalbetes, y en ocasiones con muchachitas, con los cuales cohabitaba abriéndoles un agujero en el vientre, pues decía que así se tomaba más placer y menos trabajo que haciéndolo de modo natural”.
El que afirma, demuestra. Decir de un hombre vil: “fulano de tal es un verdadero hijo de puta” es una afirmación ad hominem, válida como metonimia denigratoria; sólo que a continuación hay que ofrecer tres rasgos que lo eleven a esa categoría, ante el lector, o no pasará de ser un libelo injurioso, ajeno a un argumento. A veces no basta con decir que un hombre es un depravado: hay que mostrarlo partiendo niños para verlos morir mientras los taladra por el ano. Entonces la afirmación adquiere otra faz. Huysmans, paradójicamente, utiliza la leyenda del mariscal satánico no para injuriarlo sino para explorar la transmutación de una personalidad sociable, inquieta y dadivosa a la de un monstruo amoral que se regodea en el crimen y la tortura más espantosa, y de ahí llevarlo a la iluminación, a través del perdón y el arrepentimiento y el rito católico. Una mentalidad cruel y despiadada como la de Gilles De Rais se puede convertir en una víctima del saber, como le ocurrió en la leyenda católica al ángel Lucifer, de la misma forma fáustica en que un científico moderno busca la verdad para envilecerse por dinero. El abismo que incomoda en esta analogía se resuelve por la elevada espiritualidad con que Huysmans dibuja la Edad Media, época que se reivindica en este libro como privilegiada para el saber espiritual, época de los alquimistas, de las sacerdotisas, de los místicos; Huysmans la eleva por encima de aquellos que la denigran como sólo oscurantista. El único capítulo dedicado enteramente a Gilles De Rais narra su arrepentimiento y el juicio civil y eclesiástico llevado a cabo en 1440 ante las familias de los niños y adolescentes que torturó y asesinó. Las familias lo redimen y convienen en asistir a una ceremonia religiosa en que será exonerado de su culpa por el delirio de la magia negra pero al mismo tiempo será ahorcado después de la ceremonia. Sostiene Durtal que tal paradoja del perdón sólo podía ocurrir en una época de esplendor espiritual. Pero no en la suya, el siglo XIX, donde la ciencia le había vendido el alma al diablo y el crimen y los delitos contra la humanidad no se perdonaba porque se vivía en una sociedad superflua, fantoche, permisiva y criminal.
Huysmans terminó sus días como converso, monje de oblato, enfermo de un cáncer de garganta, entregado al catolicismo místico, después de escribir Allá lejos, una exploración sobre los orígenes del satanismo, sobre la búsqueda frenética de la verdad de todas las cosas, al comienzo del siglo en que Dios fue suplantado por una bomba atómica.
Título original: La bas
Título en español: Allá lejos
Autor: Joris-Karl Huysmans
Traducción: Germán Gómez de la Mata
Editorial: Santiago Rueda
Buenos Aires, 1945
346 páginas

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