Berruecos, Luis Martínez Delgado

enero 13, 2009

Vengo de leer "Berruecos", una requisitoria en contra del tirano Juan Josè Flores de Ecuador, y una apologètica del general Josè Marìa Obando, acusados ambos por la muerte del mariscal de Ayacucho, Antonio Josè de Sucre. Mucho de historia, y poco de literatura. 

Luis Martìnez Delgado fue un historiador colombiano que publicò màs de 50 libros sobre la infamia en que se fundò Colombia. Sin embargo, lo mucho que sabìa de historia, contrasta con lo poco que sabìa de literatura. Para decir que Juan Josè Flores era un hijueputa no hace falta echar mano de todo el diccionario de adjetivos. Bastrarìa con hacer una novela que dibuje su vida siempre oscilante entre la ambiciòn y la traiciòin: basta decir que naciò en una tierra de traidores conocida hoy como Venezuela, y basta con decir que su ùnico ideal polìtico era tener el patronato de una finca de trescientos mil kilòmetros llamada Ecuador para èl solito (asì como Pàez y Miranda quisieron tener una de un mil kilòmetros para ellos solitos). La biografìa infame de este cholo con cara de culo empezò con su participaciòn en el ejèrcito realista español, siguiò con su conversiòn a las tropas guerrilleras de Bolìvar y culminò con su presidencia de Ecuador, del cual saliò asilado para la misma España, y a reclamar se fue una tropa de tres mil hombres y doce acorazados para recuperar la Colonia para el rey... Borbòn. 

La biografìa de Obando es màs o menos igual de novelable, en sus comicios, que la anterior. Naciò en Popayàn y sirviò tambièn como soldado a los españoles hasta que se convirtiò en republicano con Simòn Bolìvar, y luego de perder y ganar batallas se puso en contra de un Libertador proclamado tirano por la constituciòn de Bolivia. Hasta aquì, todo igual. Pero lo mejor viene despuès: cuando fue acusado por el crimen de Sucre en Berruecos, su vida empeora. En tèrminos literarios quiere decir que mejora: diez años de juicio para terminar en una càrcel sabiendo que lo van a matar. Entonces huye en compañìa de cuatro socios por el rìo Putumayo hasta dar al amazonas, de donde remonta y va a dar al Perù. Allà vive durante diez años, vendiendo los tomates que cultiva en una era y escribiendo un volumen de memorias que llama sin la soberbia por la que se le conoce"Apuntes crìticos para la contrucciòn de una historia de Colombia". Calma chicha en la que se mantuvo hasta que Cipriano de Mosquera llega a pedir su extradicciòn. Como consecuencia de ello, Obando se marcha a Chile. Desde entonces no faltò mucho para que volviera a Colombia a morir peleando.

¿Por què? Porque asì son los militares y granjeros que fundaron a Colombia. Obando era hijo bastardo de un tìo de Mosquera, el mismo que lo pidiò en extradiciòn.
Obando debiò llamarse Jose Marìa Mosquera, como su enemigo, pero quiso la historia que muriera como Edipo, bastardo.
De sobra no està decir que derrotò a Mosquera en batalla.
Y que Mosquera no se lo perdonò
hasta que se lo perdonò: Muriò el bastardo a las afueras de Bogotà, alanceado, mientras comandaba un batallòn que iba a defender a... Mosquera.
Si Luis Martìnez Delgado hubiese querido arrojar luz sobre el crimen de Berruecos, debiò haberse centrado sobre el crìmen de Berruecos.
Pero no: historiador partidista, decidiò hablar con la marca del partido de una època donde la polìtica la definìa el apellido. Si hubiese sido menos historiador que novelista, hubiese buceado en la historia familiar de un Mariscal de Ayacucho que vivìa antes de la emboscada de la renta de su mujer y de la gloria de su pasado militar. Hubiera sospechado màs de una esposa que le guardò luto de menos de un año para casarse con un coronel de apellido Barriga con el que viviò feliz y comiò perdiz hasta el fin de sus tiempos. Pero Delgado se pega de un inciso, de una carta, rastrea las fechas como un astròlogo rastreando ascendentes. Comete en fin, uno a uno, los mismos errores que empañan la historia y la convierten en el fòsil que es: documentos que llevan a frases, frases que llevan a conjeturas, conjeturas que adoptan teorìas, teorìas que aspiran a comprobaciones. 
Una historia como la que sugiere la muerte de Sucre, en manos de Shakespeare, nos enseñarìa màs de la mezquindad humana, de la maldad que subyace a todos los experimentos del hombre, de la vileza de los gobernantes y la asquerosidad en que se contruyen las hitorias de las naciones, que de la historia oficial y exigua de una patria exigua como es Colombia y sus vecinas. Un venco-ecuatoriano hipòcrita como Juan Josè Flores, enfrentado a la soberbia y el orgullo herido de un bastardo como lo fue Obando, rodeados ambos de besaculos, de leguleyos, de militares sesantes dispuestos como siempre a venderse al mejor postor, en una època en que estallaban revoluciones cada dos meses y en un paìs de lìmites iumaginarios de donde salieron cinco republiquetas atomizadas a su vez en fundos y haciendas, en manos de Shakespeare hubiera dado algo tan sangriento y violento y poètico y absurdo como Tito Andrònico.
Pero no. Aquì sòlo da para alegatos.
Empezamos mal este mes de la historia.
¿No habìa dicho que enero es el mes de la historia?

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