El vuelco del cangrejo, Oscar Ruiz Navia

junio 17, 2011


Lo mejor de esta película es que uno no puede hacerse una mirada sinóptica. Como en los sueños. No empieza. No termina. Un sueño no empieza, sino aparece; no termina, sino se interrumpe. El héroe duerme al final del camino, en una lancha. ¿Es posible que todo lo haya soñado? Es posible. Pedirle a un sueño que cuente algo, es demasiado. El director le exige al espectador que complete la historia a su antojo, si quiere una historia. Esta película es, igual que el sueño, un estado de ánimo.
En la estructura dramática clásica (Joseph Campbell, El héroe de las mil caras) cada acto es una progresión del héroe hacia su objetivo, y cuando lo consigue, la película, la novela, la obra teatral, el poema, termina. Pero en este caso el héroe en búsqueda de un objetivo (salir de un paraje costero al que ha llegado huyendo de no sabemos qué horror urbano) es el testigo de otra historia que no es la suya: la historia de un pueblo amenazado por el progreso. A la aldea La Barra ha llegado un colono que pretende expulsar a los raizales (descendientes de esclavos que se rebelarán en su contra). Esa es la historia más completa, la del paraje, de la que al final sabremos más aspectos, a través de los ojos del forastero. El forastero, para este caso El héroe (Daniel, se llama) descubre que en aquel sitio las mujeres se definen por el uso y el abuso sexual, que no hay trabajo, que hay hambre, que se ha sobreexplotado la pesca, que los habitantes son descendientes de esclavos, que en derredor hay una guerra, que los traficantes están detrás del progreso que encabeza El Paisa privatizador de playas, que el pueblo hará una asonada. Son todos los estadios del drama paralelo que el héroe vislumbra mientras resuelve su deseo: salir de allí a como dé lugar.
Comportarse como quien no necesita comer ni vivir es la actitud del héroe y del loco (Válery, An-arquía). El héroe de esta película cautiva porque actúa como si no tuviera nada qué perder. Ingresa a los predios del miedo sin miedo. Le advierten que no se quede, y se queda, que no se acerque a los muchachos, y se acerca, que no vaya a donde mora el enemigo de la aldea, y va. Es fácil identificarse con la actitud de un hombre joven, atlético, que escapa de un desengaño o de un desamor y que se juega la vida como escarmiento. El objetivo dramático del héroe puede ser cualquier cosa: un crimen, un momento traumático, una pérdida, un pasado de cuyo nombre no queremos acordarnos, etc. El objetivo dramático de la huida hacia la nada nos cautiva porque tiene que ver la subsistencia. Es el drama de Ulises, que es al mismo tiempo el de Robinson Crusoe, el de Mattiew Shiel en La nube púrpura, el de ese subgénero muy en boga que Javier Marías ha bautizado con la imagen: “El último hombre”.
Los reveses, las sorpresas, los vuelcos de cangrejo son los enganches que mantienen viva la atención en un film de pocas acciones. Los personajes que Daniel encuentra en La Barra corresponden con los guías del héroe clásico: un consejero, un protector, un antagonista, una tentación, un genio-diosa que otorga un don necesario para alcanzar el deseo. Cerebro (anfitrión) es su benefactor y protector, por ser quien lo aloja, quien ofrece un lazo de confianza al emplearlo. Y el hecho de hallar una protección, por mínima que sea, en un mundo que amenaza por todos los flancos, tranquiliza al héroe (y al espectador). La cuñada de Cerebro, es la tentación, y no hay nada más qué agregar. La niña negra (Lucía) es la guía espiritual en aquel reino inhóspito (nada más anómalo y vivaz que un niño que habla como un adulto), es la ninfa que intercede ante la divinidad por el héroe (ver escena de la carrera, o de la epifanía) y al final resultará la pieza clave (otorgamiento del don) para que el héroe logre cumplir su objetivo (conseguir la lancha que lo sacará del paraje); ella es el genio que otorga el don. El antagonista es el pueblo mismo, el causante del conflicto, que por su aislamiento y exuberancia tiene todo para impedirle irse, y eso crea el conflicto. El paisa privatizador de playas, trasunto de demonio, de Lucifer (el infierno es el ruido, igual que la pobreza) es el antagonista de historia par, la historia de un pueblo ofendido por el colono capitalista. El héroe, Daniel (magnífico actor de la sobriedad), es presentado en un punto posterior al clímax (desconocemos el motivo detonante de su viaje). No se sabe cuál es su estado previo a la primera escena, y sólo se despliegan opciones cuando los elementos vinculantes al pasado que trae consigo (una foto, un libro, un delirio y la insistencia de querer ir a cualquier parte) empiezan a abrir preguntas sobre el pasado de ese héroe, sobre los móviles de la huida. Es una película romántica porque el montaje no narra el viaje sino el estado emocional (breves diálogos-escasa música-reiteración de un fantasma sicológico-idea constante del deseo de huir).
Lo desconcertante de El Vuelco del cangrejo es que no se sepa nada de la vida del protagonista antes de la acción (película); y que no se sepa nada de la vida posterior. Tal desconcierto se atenúa si reconocemos la historia paralela, la historia de la aldea llamada La Barra, como la historia paralela a la medular. Lo que engrandece de la sobriedad de este film es la percepción lateral que tenemos del drama que se vive en el mundo al que héroe llega, la tensión en que viven los pioneros frente al paisa abusivo (¿es narco?) invasor que pretende aburrirlos subliminalmente, con reguetón que resuena en sus letras hirientes y ofensivas a todo volumen día y noche, con el desafío del progreso. La decisión de enfrentarlo se dibuja más nítida y más vívida en la mente del espectador que la otra historia, la del héroe. Eso se llama arte irónico: el sentido real es opuesto al literal. Como en Dogville, esa película perfecta.
Nota: ¿Conocería el guionista y director Primero estaba el mar la extraordinaria novela de Tomás Gonzáles? Me late.

GUIÓN Y DIRECCION, Oscar Ruíz Navia/ MÚSICA Gualajo, FOTOGRAFÍA Sofía Oggioni Hatty, Andrés Pineda/REPARTO/Rodrigo Vélez, Arnobio Salazar Rivas, Jaime Andrés Castaño, Yisela Álvarez, Karent Hinestroza, Miguel Valoy, Israel Rivas/PRODUCTORA. Coproducción Colombia-Francia; Arizona Films / Contravía Films / Diana Bustamante/ PREMIOS 2010: Oscar: Pre-seleccionada por Colombia como "Mejor película de habla no inglesa"/ DURACIÓN 95m

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Maneki-Neco

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