La comedia humana, William Saroyan

septiembre 30, 2011

10. Uno con pésima adaptación cinematográfica (reto 30 libros)

William Saroyan, the human comedy

1. Homero consigue un empleo de repartidor de cartas en un pueblo llamado Itaca, en California, Estado Unidos. En Europa, el ejército americano ha ingresado a dirimir la Guerra Mundial. Las únicas cartas que llegan a Itaca son los cables del comando central del ejército con el pésame a las familias de los soldados que van cayendo en la guerra. Homero ayuda con el sueldo exiguo que recibe en la oficina del telégrafo, a su familia, que ha quedado desamparada porque el hermano mayor fue reclutado. Un día llega a la oficina un telegrama dirigido a la madre de Homero, y Homero debe decidir si entrega la carta, o se convierte en su hermano yayor. Ese es el argumento general de la extraordinaria novela publicada por Saroyan, y tal vez la que inclinaría a su favor toda la balanza para que le concedieran el Premio Nobel. La historia se basa, en parte, sobre experiencias personales de Saroyan que hacia 1920 fue repartidor de telegramas en La Compañía del Telégrafo de Fresno, California, y la percepción de la Guerra Mundial cuando fue soldado, quince años después.

2. Saroyan era descendiente de Armenios, un pueblo exterminado primero por los turcos y luego por los rusos en los confines de Europa. En Mi nombre es Aram narra la vida doméstica de los armenios exiliados en Estados Unidos, los mil trabajos que aceptaron para subsistir, y las trazas de sabiduría que permanecían latentes en la memoria de los miembros más viejos de ese pueblo milenario. En uno de los cuentos de El Joven audaz sobre el trapecio volante permuta el nombre de los armenios por el nombre de asirios, y algunos años después dice que tal vez era impreciso confundir a los dos pueblos, pero no equivocado, porque hasta cierto punto todo el mundo era asirio “reliquia de una raza antes poderosa y ahora extinta”. En otro cuento de ese volumen escrito en París para ganar un poco de dinero, narra las condiciones precarias en que un aprendiz de escritor desarrolla su obra y es capaz de dar la vida por llegar a serlo. En El tigre de Tracy captura la esencia de lo que es una ciudad: un incesante cambio. En una ciudad no se puede arraigar la memoria, porque la ciudad no permanece. No hay calle de infancia, ni barrio del primer amor. En una ciudad todas las calles se devoran a sí mismas; donde hoy hay una pizzería, mañana habrá una sucursal de banco, y en diez años un rascacielos. Tracy tiene por amigo imaginario a un tigre que le acompaña desde la infancia y que se escapará del mandato el día que conozca al amor platónico de su vida; es decir, el día que deje de ser niño. Para recuperarlo, Tracy obliga al mundo a que le devuelva un instante de la ciudad de sus recuerdos como en una obra de teatro. En las Cartas desde la Rue Taitbout puede reconstruirse el pensamiento, las ideas literarias, las afinidades estilísticas, las preceptivas y los aspectos biográficos que decidieron la vida y la obra de un repartidor de periódicos que acabó escribiendo una de las obras más intensas de su siglo. En una de esas cartas le dice a Freud y a Jung que el problema del ser humano no es su desviación de las conductas, sino su adaptación a reglas sociales que finalmente son estúpidas. En otra lee el manuscrito de un aprendiz impaciente al que falta oficio y carece de estilo, pese a que la obra está hecha con honestidad (es decir con desdicha, ignorancia, duda y “la sensación de estar perdido”). Saroyan le dice que no desespere, porque el oficio y el estilo se adquieren escribiendo constantemente, y le aconseja que estudie ese borrador, que lo revise, que aproveche el tema, pero que lo deseche sin misericordia. El muchacho en su aprehensión de aprendiz le exige un dictamen letal:

-¿Soy escritor?-me dijo.
Desde luego, la verdadera respuesta a esta pregunta es: “si tienes que preguntarlo es que no lo eres”, pero yo no le dije esto.
Le dije:
-Creo que sí; pero me gustaría que tú pudieras convencerte de ello por ti mismo. 

3. Hay libros más maleables que otros para llevar al cine, y novelas que no permiten el traslado. Entre los versátiles están los libros sazonados con porno y mucho de kétchup, autores cuya narrativa avanza por episodios, por escenas de situación, por actos que ocurren a los personajes. Y entre los complejos están las novelas de monólogo interno y descomposición del lenguaje, novelas donde hay pocas acciones, donde la exploración de los personajes es el tema y su ejecución una arquitectura barroca, un juego lingüístico. Entre las novelas difíciles para llevar al cine están Bajo el volcán, que casi enloquece a su guionista, Guillermo Cabrera Infante, quien hizo un intento fallido para John Huston y acabó en una clínica de reposo. Entre las novelas versátiles están los thrillers, los últimos Premios Herralde, y entremeces góticos como Harry Potter.

4. En 1943 William Saroyan cedió a la Metro el proyecto cinematográfico de La comedia humana. Él mismo hizo el guión y puso el proyecto bajo la dirección de Clarence Brown. La película obtuvo un óscar al mejor guión. Pero la película resultó un desastre ante la crítica. El mismo Saroyan la atacó diciendo que fue mal actuada; luego bromeó diciendo que “el premio de la academia fue por el libro en el cual la película no fue basada”. No es el primer ni último desastre cinematográfico que hace execrar a su autor de la versión fílmica. Escupiré sobre vuestra tumba, que pensé incluir como peor adaptación pero fue descartada porque hasta hoy no he logrado verla, se ha convertido en un paradigma, la expresión máxima del desprecio del autor, porque llevó a Boris Vian a morirse en un ataque de apoplejía provocada por la furia y la decepción el día de su estreno.

5. Carta de Saroyan a L.B. Mayer, presidente de la Metro-Goldwyn-Mayer:
Cuando leí en el periódico que te habías muerto, en seguida pensé: “No lo creo. Es un truco. Seguro que en este asunto hay algún truco para ahorrar impuestos.”][Cuando salí del ejército y propuse devolverte los sesenta mil dólares que me pagaste por La comedia humana, ¿qué crees que me dijeron tus ayudantes? Tu antiguo protegido, Benny Thau, dijo: -No queremos vender. Y yo dije: -Pueden ustedes guardarse los millones de dólares que les ha dado la birria de película que hicieron con mi libro y pueden guardarse también el manuscrito. Sólo les pido que me dejen devolverles lo que me pagaron, para que pueda disponer otra vez del libro y hacer con él lo que quiera. -No, señor –me dijeron tus ayudantes-. Vete a la porra, escritor idiota. Para tus ayudantes, los escritores son idiotas, ¿sabes?, porque pueden comprarlos con unos cochinos dólares; pero tú ya estás enterado de esto, pues has comprado a muchos. ][a mí no me compraste. Me dijiste que querías hacer una película de La comedia humana porque era una buena y auténtica historia americana, pero me dijiste que también ibas a perder dinero. Ganabas millones con otras historias no patrióticas, pero esto sería algo que harías por la nación. Lo hiciste, pero no era patriótico, y tampoco fue por América][ y no perdiste dinero, sino que ganaste millones de dólares, y todavía estás ganándolos. De manera que, ¿cómo quieres que crea que has muerto?

5. Saroyan decía que uno permanece después de muerto en todo lo que amó, en las calles donde fue niño, en los bosques y ciudades por donde anduvo, en la mente de los seres amados y en los libros que leyó. Si esto es así, uno debe también seguir vivo en los libros que escribió.

6. Estimado Saroyan: tengo aquí, a mi lado, siete de tus libros sosegados. Aun recuerdo la tarde que ingresé a la biblioteca del pueblo azorado y escéptico por lo que sería mi destino, y recuerdo que tomé el primer libro que había a la mano para usarlo de oráculo. Eran tus Cartas desde la rue Taitbout, y tu libro me dijo que escribiera, y eso era todo lo que yo necesitaba saber. Ya pocos hablan de ti, porque están muy ocupados con las leyes del mercado, con las novedades de las vidrieras, y los juegos de la tecnología, y tratando de averiguar si la literatura ha llegado a su fin. Yo, sin embargo, te soy fiel. Tú me ayudaste a saber que los grandes escritores son los que conocen a su propia familia. Tú me hablaste por primera vez de lo que significa no adaptarse. Hay sólo un volumen que deploro haber leído: una biografía en la que muestras los aspectos menos agradables de la fama, una confesión de ludópata, de mujeril, del que abandonaba ciudades como abandonaba esposas como abandonaba hijos: el Saroyan que empezaba a ser odiado por su prole, la popstar, porque llegaste a ser uno de los escritores más famosos del mundo, y te lo buscaste. Pero es una suerte que a ese Saroyan ya nadie lo recuerde: murió con sus herederos. Mejor: murió con su herencia.

La comedia humana, William Saroyan, Ediciones GP, Barcelona.

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