El buen Salvaje, Eduardo Caballero Calderón

septiembre 25, 2011

19. uno que lo haya sorprendido por bueno. (reto 30 libros)


Obtuvo el premio Nadal de España, en 1964. Seis libros dentro de un libro. Una novela que cumple con las señas de lo que han dado en llamar literatura de la posmodernidad. Una novela posmo sobre la imposibilidad de escribir una novela. Una novela que incluye su propia crítica, su propia teoría de composición, su propia reseña y sus múltiples borradores inconclusos. Una novela en clave de diario de un latinoamericano en París, cuando París no es ya ninguna fiesta. Un buen salvaje en términos de Rousseau que se va París para redactar una novela y quien después de media docena de argumentos fallidos, anotados con puntillismo, cosidas sus tramas, los detalles, los escenarios, los personajes, se declara impedido para la ejecución de tales obras. La novela derrumba también algunos tópicos: no se puede escribir en un café de París ni de ninguna parte donde haya ruido, a pesar de que lo diga Hemingway. No se puede escribir en el siglo XX con el realismo que impulsaba a Balzac en el XVIII. No se puede caer en la trampa de la minuciosidad del método Flaubert. Ni apoyarse en la evocación sensorial y la aristocracia de Proust. La romántica denuncia social de Víctor Hugo tampoco es una alternativa en los años 60s. Menos el existencialismo de Sartre. ¿En dónde está la originalidad de un buen salvaje? ¿En aceptar el mundo impuesto? ¿En volver a su mundo colonial? El escritor frustrado se sabe latinoamericano, revisa la xenofobia, la fantochería de los clanes literarios (Rayuela se publicaba un año antes), las mafias, y las perceptivas posvanguardistas. El experimentalismo del clan Bretón, al que el autor enfila baterías, se reivindica luego con un experimentalismo más cercano al Noveau Roman, a Perec, cuando Perec se sienta a escribir en un café todo lo que pasa a su alrededor. El buen salvaje es el registro de un desarraigo provocado, la imposibilidad de superar los orígenes de clase y de convertirse en un miembro más de un paisaje cultural impuesto (cuando el método para ascender socialmente es el individualismo, la ambición, el deseo de ser); un viaje al mundo interior de un escritor exiliado que no escribe, que se posterga, que se siente hostilizado por la metrópoli, que se convierte en la sombra de aquellos que admira y que le han castrado literariamente. El buen salvaje es finalmente un work in progress que acaba por convertirse en una novela-ensayo, novela-diario, novela-reseña, novela y borrador de otras novelas, 20 años antes de que el género en lengua española lo difundiera Enrique Vila-Matas, que lo bautizó como pensamiento narrado.

El buen salvaje, Eduardo Caballero Calderón, Ediciones Destino

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