Eres un escritor fracasado, mi amor

junio 28, 2013

[10. Tópicos y frases que no quieres oír, una colección] 


¿Y qué haces tú?
Soy escritor.
¿De veras? ¿Y de qué comes? ¿Sí comes? Ven, te invito un café. ¿Y has publicado?
El mundo de la vida, y el de la poesía, que es el del espíritu, no tienen aceptación porque no son saberes prácticos y solo son válidos cuando dan dinero. Un escritor ni siquiera es reconocido porque escriba, si no ha publicado. Un escritor no es el que tenga un libro escrito sino publicado. Que alguien publique un libro no significa que sea un escritor.

¿Y has ganado premios? Fulana de tal se ganó un premio de poesía y al día siguiente se suicidó su hijo.
Que te den un premio o que se muera tu hijo no verifica que seas un buen escritor.

-Estás tan buena que me gustaría hacerte el saludo de los perros.
-Qué bizarro, cariño. Pero qué bonito que escribes. Estás inspirado.
¿La inspiración? Brodsky dice en un ensayo llamado Alter Ego que Musa era hija de Zeus y Nemósine, la diosa de la memoria. Era incorpórea y solo podía manifestarse a los poetas a través de palabras susurradas al oído que el poeta tomaba como revelación y las llevaba al verso. Ese es el origen de la creencia en la inspiración. Algo cubre el mito que es verdad: el punto esencial de la escritura consiste en esperar. A que tu propia forma de percibir y tus conocimientos encuentren la forma de decir lo que quieres y te lo den. Mientras eso ocurre, te entrenas, lees y vives. No existe la musa.

Respetado amigo: soy el editor de ficción de la revista y he descartado el texto que nos enviaste. Lo siento, pero está mal escrito, te falla el adjetivo. Tienes un gran sentido poético, pero falta imaginación. Y así no puedes hacer arte.
La imaginación no es el arte. La creación está un paso más allá de la imaginación. Todos somos dioses creadores, pero la vida y la instrucción pública pueden incapacitarte para serlo. Lo que ocupa el espacio de la imaginación es lo que podrá destruirla: la preocupación material, el exceso de obligaciones prácticas que no están relacionadas con el acto de imaginar. La angustia del porvenir. La pasión amorosa. La decepción. El estrés laboral. Imaginar no es crear.

Hijo mío: no sabes expresarte.
Antes de la expresión está el pensamiento. Lo que escribimos, lo que decimos, no es lo que pensamos. Una expresión (que está en las palabras) es una prueba judicial para revelar el pensamiento. La capacidad de organizar la percepción de la realidad y expresarla es el lenguaje. La forma de la expresión es la lengua. La capacidad de expresión es el habla. ¿Muy confuso? Traté de aprender algo así, hace años en la universidad. Trataré de decirlo de otra forma y agregaré un ejemplo: el pensamiento no comunica. Lo que comunica es la expresión física de ese pensamiento (palabras, imágenes, argumentos). El ejemplo será cursi: si te muestro un dibujo, si te canto una canción, si te llamo, amor mío: sabrás que estoy pensando en vos. ¿De otra forma, lo sabrías? Ejemplo práctico: si un secuestrador te amarra y te deja en el baúl de un carro sin mordaza, ¿cómo haces para que te auxilie un transeúnte? ¿Gritas? ¿Y qué gritas? Cuando son ineficaces las oraciones llegan las blasfemias: ave maría putísima. Palabras que pueden ser insultos o algo así, para que te rescaten. Ejemplo fáctico: mi abuela tuvo un derrame cerebral y perdió el habla. Por unas semanas, antes de entrar en una fase de deterioro avanzado de su motricidad, mi hermana le pasaba un cuaderno con un papel para que escribiera sus peticiones. No podía hablar, pero podía escribir palabras sueltas que eran fragmentos que le llegaban a mi hermana desde un deseo interno con la expresión disminuida. Los médicos llaman afasias a estas lesiones cerebrales que pueden alterar la capacidad de comprensión, o el movimiento y entonces el pensamiento queda encapsulado. A veces son necesarias estas tragedias para imaginar la complejidad del lenguaje. La adquisición de una lengua es el aprendizaje más importante para un escritor. El lenguaje te da la capacidad de aprender la realidad y convertirla en escritura. La escritura es un refinamiento de esa capacidad que todos tenemos, no solo los escritores.

¿Y no has pensado en cambiar de profesión? ¿Dedicarte a algo que al menos te dé para vivir? El arte lo hacen los hijos de los ricos, pero tus padres no son…
¿Quiénes están capacitados para ser artistas? Todos venimos de un acontecimiento repetido en los últimos años 7.000.000.000 de veces: nacimos. Se nace humano con facultades y capacidades. Con entornos distintos, familias más o menos perturbadas (pero siempre perturbadas por un fantasma que puede ser el renombre, el dinero, la crianza), con un idioma mayoritario o minoritario que nos es impuesto, con una posición social predeterminada por otros, con un pasado histórico del que pretenden hacernos parte mediante instrucción escolar, con más o menos amor, es decir aceptación (lo que no siempre es beneficio porque podemos arruinar la vida de alguien creyendo que le hacíamos un favor). No nacimos para ser algo, pero por el camino seremos obligados, bajo normas sociales, a adoptar una constitución política, un código penal, una forma de conducirse, y ya después de instruidos seremos obligados a adoptar la forma de algo: un ingeniero, un arquitecto, un policía, y a comportarnos como tales. Hay un momento en que deberíamos poder decidir, si tenemos suerte. Hay un momento en que nos vemos convertidos en lo que somos o nos vemos definidos por otros por las obligaciones asumidas, inevitables. Si estamos conscientes de eso, si alguien nos orienta, sabremos elegir. Pero no se nace artista, ni matemático, ni ingeniero, como no se nace hombre, ni mujer. Podemos llegar a serlo como una conquista personal, o como un error, de la misma forma como podemos llegar a ser lo opuesto. Ser sensible o receptivo a los estímulos visuales, auditivos, sonoros, instintivos es una puerta que podemos abrir con talento. Pero el talento es una forma de llamar a la práctica que se hace natural. Se sensible es dejar que el mundo te influya. Lo que individualiza a cada quien es la particularidad del mundo en que nació y su forma de entenderlo y convertirlo en expresión. Todos venimos del mismo acontecimiento, pero cada vida no se repite jamás. Por eso el arte durará lo que dure la especie, es decir para siempre en términos humanos. Bueno, no exageremos.

Soy un poeta maldito. Mi época no me entenderá. Escribo para no matarme.
¿Hay sufrimiento en el arte? Hay sufrimiento en la vida. Un día todos los escritores pasan por esa idea patética: para escribir hay que sufrir. Lo que conduce a una afectación y un sentido trágico de la existencia. La vida son martillazos. Todas las vidas. Y todo se gana sufriendo. A mí también me ocurrió. Tal vez por un espíritu espartano que amoldó mi madre castradora de que todo en el mundo se ganaba con trabajo, austeridad y sufrimiento. La literatura es un quebradero de cabeza. Todo oficio “del espíritu” lo es.  Pero eso no es sufrir. Mientras descubres cómo escribir bien una historia se te va la vida. Tienes que escribir, leer, consultar, hablar con la gente, explorar todo lo que es para ti potencial o materia narrable (lo que te interesa) y al mismo tiempo tienes que encontrar la forma de ganarte la vida sin extorsionar la pluma. Ese es todo el origen del sufrimiento. Pensar en una adopción del sufrimiento redentor es pretender quitarle el protagónico a Jesucristo. El “sufrimiento” deriva del rechazo entre actividades opuestas, una de las cuales te roba el tiempo y la fuerza necesaria para canalizar la escritura. ¿Es muy ingenuo suponer que hay gente que escribe para direccionar su pensamiento y no para ganar dinero o ser famoso? Escribir es una forma de clarificar lo que pensamos del mundo en que vivimos. La impotencia ante la lentitud del aprendizaje y sus pobres resultados que solo se consiguen con años de trabajo y los atascos técnicos y la constatación del volumen de escritura despilfarrada lo que hace es enriquecer esa sensación de “sufrimiento”. Pero sufrir es otra cosa. Ya lo verás. La vida es el infierno. Una vez adquieres un ritmo de trabajo y una claridad sobre el estilo y la técnica y descubres cómo narrar la historia que te persigue y una vez te has sentado día tras días a esperar que algo dentro tuyo haya organizado todo y te lo entregue escribir es una acción muy distinta al sufrimiento: el tiempo y el presente se difumina para dar paso a la invención. Las reglas técnicas se aprenden con la práctica. Llegados a este punto, la narración suplanta la realidad, ocupa su lugar y serás feliz por instantes, borrando tu vida y reemplazándola por la vida de tus personajes. Esta posibilidad de ser otro es una satisfacción que el arte te da como recompensa. De modo que el sufrimiento aparente conducirá, si tienes suerte, a un estado antagónico. Dejamos de tener control sobre nuestros pensamientos para ceder toda nuestra tranquilidad a la intranquilidad de unos personajes que no conocemos, que nos invaden con sus historias miserables, que nos contaminan con pústulas. La escritura es una enfermedad discreta, infecciosa, progresiva y mortal. Tratamos de no advertirlo, pero nos hace daño. Un día empezaremos a arriesgarlo todo por devanar los hilos de esta madeja que no conocemos. ¿A dónde conduce la literatura? A la ruina, como condujo a Balzac. A la mendicidad, como le tocó a Bukowski, al hambre como le tocó a Cesar Vallejo. A trascender la locura. A la soledad absoluta. Por eso de que no nos entienden ni los que odiamos, ni los que amamos, quedamos anclados a la incomunicación. Perseguir sus designios en tomar el camino del apestado. El que quiera ser poeta, está obligado a hablar sobre lo que no conoce. Su papel en la sociedad es la inutilidad. ¿Por qué expulsó Platón a los poetas de su república estúpida? Porque un poeta es una república independiente. Poetas y novelistas por igual: lo quieren todo y no sirven para nada.

Sócrates: Muchas veces, mi querido Ion, os he tenido envidia a los que sois rapsodistas, a causa de vuestra profesión. Es, en efecto, materia de envidia la ventaja que ofrece el veros aparecer siempre ricamente vestidos en los más espléndidos saraos, y al mismo tiempo el veros precisados a hacer un estudio continuo de una multitud de excelentes poetas, principalmente de Homero, el más grande y más divino de todos, y no sólo aprender los versos, sino también penetrar su sentido. Porque jamás será buen rapsodista el que no tenga conocimiento de las palabras del poeta, puesto que para los que le escuchan, es el intérprete del pensamiento de aquél; función que le es imposible desempeñar, si no sabe lo que el poeta ha querido decir. Y, todo esto es muy de envidiar.
Ion: Dices verdad, Sócrates. Es la parte de mi arte que me ha costado más trabajo, pero me lisonjeo de explicar a Homero mejor que nadie. Ni Metrodoro de Lampsaco, ni Stesimbroto de Taso, ni Glaucón, ni ninguno de cuantos han existido hasta ahora, está en posición de decir sobre Homero tanto, ni cosas tan bellas, como yo.
En el Ion, Platón ironiza el saber infuso de los poetas. Allí se cuenta una conversación entre Sócrates y un hombre llamado Ion que ganó un premio recitando en las olimpiadas. Sócrates le pregunta si los poetas son aquellos que hablan tanto de guerras, y el otro le contesta que por su puesto, que hablan de guerras; Sócrates le pregunta si es que saben mucho de guerras, y el otro le dice que algo sabrán de ellas; Sócrates pregunta que si acaso sería buenos que los ejércitos de su patria estuvieran a órdenes de los poetas entonces, el otro dice que quizá no sería tan bueno; Sócrates pregunta que si los poetas son esos que hablan a menudo de enfermedades, y el otro contesta que sí, que hablan mucho de eso; Sócrates pregunta si llegado el caso de caer enfermo le gustaría ser tratado por un poeta, y el otro dice que claro que no; Sócrates pregunta entonces si poetas son aquellos que hablan tanto de viajes por mar, y el otro dice que sí, que hablan de eso, mucho, los poetas; Sócrates pregunta que si le gustaría ir en un barco capitaneado por un poeta, y el otro dice que no, que claro que no; y Sócrates dice entonces que los poetas hablan mucho de lo que no saben, de lo que no pueden hacer y de lo que no tienen experiencia. Eso son los poetas, dice Platón.
Fingir, representar, es doblarse, falsificarse, romper el yo, ¿no consiste en eso el oficio de un escritor? Tener 1000 vidas, comprender aquello con lo que no está de acuerdo, ponerse una ropa de otros, saber a qué olía la madreselva en los fondillos de una mujer del siglo XIX.

Hola, niña. Leí tu nuevo libro. Veo que incluiste sin pedirme permiso esa historia que te conté. Pero, por supuesto, la contaste mal, sin gracia. Y además te faltó decir…
La realidad no pertenece a nadie. Cuando una novela ocupa el lugar de la realidad, cuando empieza a vivir en la mente de un lector, ha cumplido su objetivo. Aunque sea una novela histórica es más real que el suceso pasado. Todo hecho es inferior a su relato, decía Gómez Dávila. La obsesión, la distorsión de la realidad, ¿de qué está hecha la literatura? De sueños, de capas que se van sobreponiendo sobre la vida, al punto que resulta tan transformada, tan distorsionada, que se ha convertido en un mundo nuevo, coherente, con sus propias leyes. Alicia en el país de las maravillas cautiva porque desafía nuestra realidad y nos impone una nueva, donde es posible hablar con un conejo o con la reina de los naipes, o con una mujer real que se la lleva el viento. ¿Cuál es la imagen generadora en la novela?, ¿cuál es la imagen generadora de una novela donde se arraiga, el inconsciente del escritor, en una vivencia de infancia, como se Silvana ese hilo, la obsesión? Hay que descubrir la propia obsesión. Y lleva años.

Enrique Vila-Matas: Alguien dice una frase, otro la cita mal y ahí empieza la historia de la literatura.
Pongamos por caso a Enrique Vila-Matas. Es un joven reportero en una revista barcelonesa en los años 70s. Un día su jefe le pide que traduzca una entrevista exclusiva de una reportera norteamericana que entrevistó a Marlon Brando cuando estaba de incógnito en un hotel. Vila-Matas oculta la eventualidad de desconocer el idioma del que piden traducir, pero por temor a perder su empleo, acepta. En lugar de traducir la entrevista, la inventa. Inventa una escena hilarante en que una periodista visita a Brando en el bar del hotel y tratar de arrebatarle unas palabras, pero el actor que chorrea desidia se dedica a decir disparates en todas direcciones. Finalmente, la periodista se da por vencida. La entrevista se publica sin pena ni gloria. Diez años después, la ex editora llama a su antiguo redactor para hacerle un reclamo amistoso porque acaba de descubrir en la columna del domingo la confesión extemporánea del escritor Vila-Matas y confiesa que las ha vuelto a leer, las dos versiones y que sin lugar a dudas la inventada resulta mejor.
Pregunta: no para ti, que acabas de saber los rasgos generales de la historieta narrada en El viajero más lento; pregunta para ponerse en el lugar del lector incauto de esa revista dominical aquel domingo de 1977: ¿qué sería para ti esa entrevista? ¿Periodismo cultural o ficción? Y ya sabiendo la anécdota, ¿es ficción con retórica periodística o qué? ¿Y si eres lector del libro El viajero más lento en su tercera edición cuando se reúnan los cuentos completos de Vila-Matas y ahí figure en virtud de que fue inventada, qué coño es?

Valle Inclán: ¿Qué escucho? ¿Son almas en Pena? ¿Son Hijos de puta?
Solo la lectura; por lo demás, nadie puede enseñarte a escribir.
¿O sí?

Eckermann: Sábado 28 de febrero de 1824 “Hay hombres muy bien dotados –dijo Goethe- que no pueden hacer nada improvisándolo, sin más; el temperamento de esos hombres exige que tengan que penetrar a fondo y reposadamente en el asunto que van a tratar. Semejantes ingenios nos impacientan a menudo, porque es difícil obtener de ellos lo que de momento se desea; pero por esta vía se producen las más grandes cosas”.
Uno de los casos más asombrosos de autodisciplina es el de Eckermann, quien admiraba tanto a Goethe que para convertirse en su discípulo suyo tomó camino a pie durante 22 días entre Weimar y Leipzig para conocerlo. Había trabajado como cajero de un banco para pagarse la manutención y los estudios, pero el sueño más grande de su vida era la poesía. El diario de sus conversaciones con Goethe busca responder a esta inquietud (además de dejar constancia de la amistad con su autor admirado): ¿Cómo se aprende a ser poeta? ¿Puede enseñarse acaso?  Eckermann visitó a Goethe el 10 de junio de 1823. Goethe, ya entrado en años, conversó con el aprendiz brevemente y decidió convertirlo en su secretario. Cuando Eckermann le anunció que pensaba trasladarse a Inglaterra para continuar estudiando, Goethe le advirtió que solo lograría anquilosarse, porque la poesía no se consigue en las aulas. Decidió Goethe enseñarle inglés y darle un trabajo extraordinario: organizar sus notas y ensayos para la publicación de un libro colosal que era su perceptiva y testamento literario. Conversaciones con Goethe, uno de los primeros reportajes en toda regla, recoge el diario de aquella colaboración entre un consagrado, maestro en la edad provecta y un discípulo con arrestos, pretensiones y atento. A partir de conversaciones informales que Eckermann iba anotando cada noche, luego de estar todo el día en casa del poeta, Goethe va enfocando la atención e su discípulo, porque la única enseñanza posible de la poesía es despertar el interés por el mundo. En consecuencia, no es posible enseñar a escribir poesía, pero es posible estimular una sensibilidad, estimular las percepciones, enfocar la disciplina. La misma técnica (llamada mayéutica) era utilizada por Sócrates para convertir una conversación en un despertar, por Aristóteles para compilar por tratados las enseñanzas básicas para llegar a convertirse en un ser humano: geometría, ética, estética, poética, gimnasia; por Da Vinci para sus aprendices. Eckermann: “Tengo la sensación de que su propósito era afinar mis gustos artísticos. No me enseñaba más que lo que era perfecto y acabado en su clase, y procuraba hacerme ver con claridad la intención y el mérito del artista, para habituarme a pensar y sentir con los mejores. ‘De ese modo –decía Goethe—se forma lo que llamamos gusto. Pues el gusto no puede formarse en la contemplación de lo mediano, sino en la de lo más eminente. Por eso no le enseño a usted sino lo mejor, y cuando haya aprendido usted a juzgarlo con seguridad, poseerá una medida para lo demás, que no debe ser apreciado con exceso, pero que tampoco es justo desestimar. Y le muestro a usted lo mejor de cada género, pus todos son dignos de apreciar cuando gran talento alcanza en ellos la cima”.
Tal vez no sea tarde para retomar la cátedra vital instaurada por los maestros antiguos.


-Eres un escritor fracasado, mi amor.
-Mamá, estoy triunfando, mándame plata para los cigarrillos.

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