José Donoso: Historia personal del boom

marzo 04, 2009


Sí, ya se.
Esta reseña parece tan vieja como el libro que compete.
Pero no me importa:
Hay un afán estúpido (por vanidoso) entre los que han vivido acontecimientos históricos y es el de manifestar que los vivieron. Ese interés de escritor entre escritores por decir “yo también estuve allí”, lo encuentro en este libro antiguo escrito por José Donoso y llamado Historia personal del boom.
Donoso, el chileno, el que ocupó la quinta banca de una mesa que sólo tuvo cuatro: Cortázar, Fuentes, Márquez y Vargas Llosa.
Ese libro de memorias, por supuesto, hubiera querido escribirlo cualquier otro escritor que haya vivido los sesenta del siglo pasado con más o menos el éxito del que tuvo el propio Donoso a la sombra del boom.
Creo que estuvo bien que lo escribiera. ¿Por qué no? Es lícito ser vanidoso. Y es interesante saber hasta dónde es capaz de pavonearse aquel que sólo degustó un mendrugo de éxito del que sí probaron con creces los Vargas Llosa, los García Márquez, los Cortázar y los Carlos Fuentes.
Las memorias de Vargas Llosa (El pez en la cloaca) no tienen tanto detalle sobre esta época, y lo que hubiera sido de veras interesante saber lo mal logra varguitas intercalando capítulos infames sobre la campaña presidencial que perdió frente a Fujimori.
Las Memorias de García Márquez (Vivir para montarla), después del alzhaimer, quedaron incompletas y nos hemos perdido la oportunidad de saber de los años que comprenden la historia del boom.
¿Qué nos queda entonces?
Revisitar a Donoso.
Por Donoso, el pigmeo de Chile, el que vivió y viajó con gigantes, siempre ocupando la banca auxiliar del avión, por Donoso, digo, el enfermizo, el coleccionista de souvenirs literarios, el novelista magnífico de Dónde van a morir los elefantes y no el otro menos donostio, el hipocondriaco del Obsceno Pájaro, por él, repito, es que sabemos hoy del boom contado desde dentro.
La primera parte de su ensayo está escrita con el furor de una vieja chismosa que asiste al comienzo de los años setenta. Demuestra emoción devota y ciega por las obras maestras recién publicadas, y hace un intento de delimitación posible de verdaderos protagonismos en esa primera plana del boom comercial, para luego determinar la segunda plana, la protohistoria del boom y el tercer reglón de la literatura hispanoamericana conformado por Borges, Rulfo, Sábato, Onetti…
En medio de una época de detracciones y solemnidades, donde cualquiera se pegaba de un moco para alcanzar una brizna de celebridad, sólo las esposas de estos personajes, las que de veras fueron testigos externas, hubieran sido más objetivas que Donoso al querer contarnos la historieta del boom.
¿Será que Donoso también lo intuía?
¿Será que por eso Donoso incluye el apéndice de Pilar Donoso, su esposa, que con magnífico esnobismo y donosura y trivialidad pone a cada escritor en el nivel comercial que le correspondió en la gaveta del mercado editorial de Carmen Balcells y Carlos Barral en la segunda parte de este libro?
Ella dice, con cínica precisión, que Cortázar era “el de los ojos azules”, Vargas Llosa “el del pelo más lacio”, Fuentes “el más galante” y Márquez “el más huraño…” No dice por supuesto que su marido era el del donaire, el de la donosura, el afectado del grupo. Simplemente con su título lo expresa todo: "El boom doméstico", y allí anticipa la evocación meramente anecdótica de la que extraigo estos apartes:
"Después fuimos a la casa de Cortázar a pasar la tarde y allí sucedieron dos cosas importantes se fundó la revista Libre y Mario Vargas Llosa cambió de peinado. Le dije que no había derecho a que él, que tenía el pelo más bonito del boom, no lo luciera. Y luego (Vargas Llosa) volvió a Lima para ser jurado también, esta vez del Concurso de Miss Universo."
¿Quien hubiera podido decirlo con menos ironía que de una esposa de escritor?
Pero hay algo que resulta más elocuente y literario en este apéndice que en las extensiones enumerativas de su marido diciendo cada dos frases "yo estuve, yo lo viví, yo hice, en serio".
De modo que vamos a decirlo de una vez:
lo más interesante del libro de Donoso fue lo que escribió su mujer.
Punto.
Siempre he creído, desde que lo vi en un a entrevista, que Donoso tenía algo de femenino en si, algo de afeminado en la voz y una fectación de vieja chismosa.
Si no me creen, escúchenle un poco.
¿Se dan cuenta cómo dice "horrenda úlcera" y cómo toma el gauloise entre las yemas "como si fuese un mero susurro que arrastra el viento"?
La última parte del libro es otro apéndice con este título: "Diez años después".

Allí se nos muestra, sin embargo, a un Donoso diez años más humano, diez años menos efervescente, diez años menos chismoso, curado por la decepción y por un cáncer diez años más fecundo y que advierte ya las consecuencias meramente comerciales del fenómeno llamado boom, y que nos habla de las deserciones políticas que polarizaron todo y lograron fracturar la moldura inquebrantable del fenómeno.
Si se me permite abrir juicio sobre un libro tan viejo, a mi modo de ver, ese debía ser el verdadero tono del libro (si es que el pigmeo quería arrojar una interpretación más objetiva que baladronera).
Látima que el evanescente Donoso sólo diez años después se diera cuenta y pudiese dimensionar el cariz real del boom en el transcurso del tiempo.
En ese apéndice se nota menguado de entusiasmo, y entonces lo que parecía tan luminoso a comienzo de los años setenta (a comienzo del libro) de repente empieza a deslustrarse por su propio brillo.
Tal vez aquí es donde empieza realmente la delimitación del boom. Tal vez sólo así se puede decir algo que sea honesto en cualquier tema. Con distancia. Con frialdad. En los años ochentas y los que siguieron fue cuando Donoso comprobó con dureza el lugar al que se le relegaba y quizá se dio cuenta que había obras que no lograron sostenerse por mérito propio a través de esos malos años.
El suyo, el Obsceno Pájaro, no voló lejos.
Y todo Fuentes resulta un gran fiasco.
Sólo el tiempo, el bendito, el decantador, tendría la última palabra y demostraría qué obras merecieron un espacio al lado de los grandes del anaquel.
Por suerte, ni los editores del boom, ni los autores exitosos del mismo tendrán competencia en esta selección natural que será inmisericorde en años venideros...
A no ser que la academia sueca nos sorprenda este año con el esperado Nobel a Vargas Llosa y los periodistas culturales reaviven la misma estupida polémica:
¿Cómo se puede escribir después del boom?
Pues escribiendo, cabrones.
La conclusión final de Donoso es que finalmente son las obra maestras las que deben hablar y hacer perdurable al autor, no al revés.
Por eso propone hacer un nuevo apéndice y revisitar el boom a cada diez años de distancia.
Donoso ya murió.
Hace 39 años se publico su Historia Personal del Boom.
¿Qué hubiera escrito hoy cuando ya nadie lo lee?

¿Así que no te han contado, sicalíptico pájaro?
Te lo voy a decir en palabras del gran Nicanor:
Los cuatro grandes de la literatura chilena son dos:
Roberto
y
Bolaño

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Maneki-Neco

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